En el municipio madrileño de Valdemorillo estaba apalabrada para noviembre una representación teatral inspirada en la novela “Orlando”, obra de la feminista y bisexual inglesa Virginia Woolf.
La había contratado el anterior equipo de gobierno, monocolor del Partido Popular; pero las cosas han cambiado a raíz de las elecciones municipales celebradas el pasado 28 de mayo.
Una vez más, el Partido Popular ha sido la lista más votada, resultando reelegido su alcalde. Pero Vox ha aumentado su participación en el consistorio hasta tres concejalías, entrando así en el gobierno local.
En concreto, el nombramiento de Doña Victoria Amparo Gil Movellán como Concejal de Cultura y Turismo se ha hecho notar pronto. El pasado 28 de junio, saltó la noticia: La Sra. Gil fue acusada de censurar la citada obra de teatro, quitándola del cartel.
Hasta Bruselas han llegado los ecos del pequeño pueblo serrano; concretamente, en la comisión de Cultura y Educación del Parlamento Europeo el eurodiputado socialista Ruiz Devesa comenzó su discurso tachando la decisión valdemorillense de “acontecimiento vergonzoso” (la intervención puede seguirse aquí, a partir del minuto 10:45:00).
El caso es que el Ayuntamiento de Valdemorillo ha asegurado que la cancelación se debe a causas económicas, problema que habría también afectado a otros conceptos menos polémicos, como el cine de verano.
La novela original de la Sra. Woolf es parcialmente biográfica. Precisamente, trata de la vida de la joven amante de la autora, desde una perspectiva feminista. Además, el personaje principal cambia de sexo, reforzando la tesis de que éste no es un elemento de la identidad de una persona, sino un constructo social (“teoría de género”).
El texto podría calificarse de blasfemo, toda vez que la transformación sexual es obrada por tres espíritus denominados “Nuestra Señora de la Pureza”, “Nuestra Señora de la Castidad” y “Nuestra Señora de la Modestia”.
Al parecer, la adaptación dramática española había sido galardonada con el XXI certamen para directoras de escena Ciudad de Torrejón de Ardoz y seleccionada como finalista en los XXII Premios Max. Se conoce que ni las autoridades de Torrejón ni el jurado de los Premios Max, supuestamente concebidos para reconocer la calidad artística, tenían en cuenta esos contenidos tan vejatorios para la religión.
En este contexto, resulta absolutamente acertado que el equipo de gobierno de Valdemorillo no dedique ni un solo euro del presupuesto público a financiar semejante esperpento. Los defensores del mismo, naturalmente, hablarán de atentado contra la “libertad de expresión”.
Y los liberales, a su vez, ya sea en su modalidad conservadora o progresista, argumentarán que tal libertad de expresión no es absoluta, sino que tiene límites.
Para un correcto entendimiento de la cuestión desde la doctrina y el derecho cristiano, basta recordar las sabias palabras de León XIII: “Los vicios corruptores del espíritu y de la moral pública deben ser reprimidos por el poder público para impedir su paulatina propagación, dañosa en extremo para la misma sociedad. Los errores de los intelectuales depravados ejercen sobre las masas una verdadera tiranía y deben ser reprimidos por la ley con la misma energía que otro cualquier delito inferido con violencia a los débiles. Esta represión es aún más necesaria, porque la inmensa mayoría de los ciudadanos no puede en modo alguno, o a lo sumo con mucha dificultad, prevenirse contra los artificios del estilo y las sutilezas de la dialéctica, sobre todo cuando éstas y aquéllos son utilizados para halagar las pasiones” (LIBERTAS PRAESTANTISSIMUM, número 18).
En este sentido, la decisión de la Sra. Concejal Gil es perfectamente acorde con la doctrina política de la Iglesia y, como tal, cabe ser alabada; siendo de lamentar únicamente que el contenido de la propia doctrina no fuese explicitado como causa de la cancelación.
Recientemente, el Ayuntamiento ha prohibido exhibir la “bandera LGTBI” en los edificios municipales, una nueva demostración de que algunas cosas están cambiando a mejor por lo que se refiere a la moral y las buenas costumbres.
Miguel Toledano
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