Agradecemos a D. Vicente la publicación de este artículo sobre la vida de Santa Teresa. No se trata de una mera biografía, sino de un estudio detallado sobre la vida de la Santa que les ayudará a conocer en profundidad la vida mística de Teresa.
«Santa Teresa de Jesús», Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
Introducción
Santa Teresa de Jesús constituye una de las figuras más atractivas de la espiritualidad católica de todos los tiempos. Cristiana, mujer y escritora, Santa Teresa de Jesús ha marcado un hito dentro de la mística y la espiritualidad cristiana sólo comparable con la huella dejada por su compatriota San Ignacio de Loyola y sus Ejercicios Espirituales, sin los cuales es imposible comprender la espiritualidad de todo un siglo, pero que va más allá de los umbrales de la modernidad para constituir un paradigma espiritual y literario para todos los tiempos, pues no en vano muchos han llegado a la fe a través de los libros de la autora carmelita, sólo me cabe citar la conversión de Edith Stein tras la lectura de Las Moradas teresianas.
Sin embargo, Santa Teresa de Jesús no es un fenómeno aislado dentro del panorama espiritual español del XVI, sino al contrario, es el resultado de todo un movimiento espiritual que arranca de finales del siglo XV y alcanza su máximo esplendor con las figuras de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, aunque también podemos citar otras figuras como San Pedro de Alcántara, San Juan de Ávila, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo, etc., que en cierta medida preparan el advenimiento de la mística teresiana.
En el presente trabajo abordaremos la figura de Santa Teresa de Jesús, pero sin olvidar los antecedentes que hicieron posible la aparición de la mística teresiana.
1. La renovación espiritual de la España Moderna
A finales del siglo XIV la situación del clero en España no distaba mucho de la que se vivía en otras partes de Europa. Los principales problemas que acosaban a el estamento clerical no sólo eran de índole material (absentismo, simonimia, concubinato, falta de formación, etc.), sino también de orden espiritual (relajamiento de costumbres, comportamiento escandaloso, secularización[1], etc.), situación que en su conjunto estaba conduciendo a un desprestigio no sólo del clero secular, sino también del regular, situación que también afectaba a las Ordenes religiosas que tradicionalmente se habían caracterizado por una vida austera y ejemplar, como por ejemplo los franciscanos; esta situación también se daba en las ramas femeninas de las Ordenes religiosas, como lo refieren las crónicas de la época, así, podemos citar el escandaloso comportamiento de las religiosas del convento de Santa Clara de Gerona, cuyas religiosas consentían la entrada de los soldados del Conde de Pallars para celebrar escandalosas fiestas, mientras mantenían a la abadesa casi secuestrada en el convento[2].
Sin embargo, a mediados del siglo XIV nos encontramos con la aparición de un movimiento reformador que tendrá como origen los conventos franciscanos de Castilla, destacando entre ellos el de La Salceda, cuna espiritual de hombres como Francisco de Osuna o del Cardenal Francisco Ximenez de Cisneros, el principal impulsor de la reforma eclesiástica de los Reyes Católicos. En esta comunidades se desea, en un primer lugar, vivir de forma estricta la regla de los fundadores, de ahí, que se les empiece a conocer como “observantes”, frente a los que prefieren no introducir reformas en el modus vivendi de las comunidades conventuales, que pronto serán conocidos como “conventuales”; junto a la observancia estricta de la regla, dentro de las comunidades observantes se va a desarrollar un nuevo tipo de espiritualidad marcada por una serie de elementos característicos:
- Orientación de la vida religiosa hacia la imitación de Cristo.
- Vivencia literal del Evangelio.
- Desconfianza hacia la Teología escolástica como única fuente para alcanzar la santidad.
- Preferencia por la “Teología positiva” o “practica” contenida en obras espirituales como el Kempis, pero sobre todo las Sagradas Escrituras[3], consideradas como teología positiva y fuente de todo conocimiento espiritual.
La vertiente espiritual del movimiento observante la protagonizaran los llamado “recogidos”, religiosos que buscan en el recogimiento y en el retiro una unión más intima con Dios, y entre los cuales podemos destacar la figura de Francisco de Osuna, autor del Abecedario espiritual, cuyo tercer tomo (Tercer Abecedario Espiritual) ejercerá una notable influencia en la espiritualidad teresiana. Los recogidos proponen un camino espiritual que tiene como objetivo el matrimonio místico, es decir, la unión perfecta entre el alma y Dios, pero para ello es necesario que el alma recorra un camino espiritual (v. gr. Subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz) que esta constituido por varias etapas o vías:
- Vía purgativa: es la etapa del conocimiento propio o aniquilación.
- Vía iluminativa: el alma debe buscar a Cristo e imitarlo en sus dos naturalezas[4].
- Vía unitiva: el alma se transforma en Dios por amor.
Esta espiritualidad traspasa pronto los limites de los conventos y se extiende a los círculos del clero secular, pero también entre los laicos, pero es entre estos donde el movimiento recogido se corrompe, en cierta manera, y da lugar a su vertiente heterodoxa, son los llamados “iluminados” o “alumbrados”[5], entre los que se quiso ver a santos de la talla de San Juan de Ávila, San Ignacio de Loyola o Santa Teresa de Jesús.
Este movimiento de renovación espiritual tiene su paralelo en el ámbito institucional en la obra de los Reyes Católicos, quienes a lo largo de su reinado impulsaron de manera decidida la reforma del clero y de las costumbres eclesiales a través de un firme apoyo a la observancia, en la figura de sus principales representantes eclesiásticos como Cisneros o Hernando de Talavera, llamado entre los musulmanes el “alfaquí santo”[6]. Seria muy prolijo hablar de la labor de Isabel y Fernando en el campo de la reforma eclesiástica, pero no es el objeto del presente trabajo, lo único que debemos destacar es que la Reforma de los Reyes Católicos sentó las bases de la ortodoxia española durante los turbulentos años de la Reforma protestante, y supone un modelo de reforma eclesiástica llevada a cabo desde el poder que no supuso una ruptura con Roma, como la realizada por los príncipes alemanes o Enrique VIII de Inglaterra.
Finalmente, hay que destacar el papel que en la reforma espiritual tuvieron los intelectuales humanistas del XVI, pues humanistas y observantes comparten algunos rasgos comunes como eran su oposición a la teología escolástica y su interés por el estudio de las Sagradas Escrituras, pues no hay que olvidar que los humanistas sintieron un gran amor por el estudio de las lenguas clásicas y las aplicaron al estudio y exégesis bíblica. Erasmo de Rótterdam con sus traducciones al griego del Nuevo Testamento y la Biblia Poliglota de Cisneros son dos ejemplos de la aportación del Humanismo cristiano europeo al estudio de las Sagradas Escrituras.
2. Santa Teresa de Jesús (1515-1582)
2.1. Yo toda me entregue y di: una vida de entrega a Cristo
Teresa de Cepeda y Ahumada nació en Ávila, en una familia de la burguesía media[7] y de origen converso, y donde fue educada muy cristianamente, el 28 de marzo de 1515.
A los veinte años entró en el convento carmelita de Ávila tras haber sido educada por las monjas agustinas[8]. Desde muy pequeña sintió una especial inclinación por las cosas de Dios, así, se cuenta como junto a su hermano construía ermitas en el jardín de su casi imitando la vida eremita, y como en otra ocasión se escaparon de casa para ir a tierra de moros para morir mártires[9]; sin embargo, ello no impidió que se interesase por cosas más mundanas, así conocemos su afición por los libros de caballerías, pero como San Agustín, fue la lectura de las Cartas de San Jerónimo, en especial la Carta XIV, 2, a Heliodoro, lo que marco un nuevo rumbo a su vida y la encamino hacia la vida religiosa de forma definitiva, llevándola a ingresar en el convento de la Encarnación[10].
Es en estos primeros años de vida religiosa de Santa Teresa cuando inicia su especial devoción a San José, del que será ferviente devota y difusora de su culto, contagiando este fervor a la nueva Orden carmelita y a la Compañía de Jesús que será una de sus más fervientes defensoras[11]. En efecto, Santa Teresa enfermo de malaria y se vio obligada a abandonar el convento durante un tiempo a fin de encontrar cura para su enfermedad[12], llegando incluso a verse en el trance de ser enterrada viva[13], pero pronto sano de su enfermedad y volvió a su vida conventual.
A su regreso a la Encarnación Santa Teresa encontró un ambiente muy relajado en el que eran muy frecuentes las visitas de laicos[14], y también era común la profesión en ellos de señoras ricas que al quedar viudas entraban en los conventos, con lo que era frecuente encontrar en ellos una clara división social entre unas religiosas y otras. Fue entonces, cuando Santa Teresa decidió dedicarse a una vida de oración y recogimiento, en la que sobresalieron las lecturas espirituales (v. gr. Confesiones de San Agustín) y las primeras manifestaciones místicas que ella relata en sus escritos[15].
A partir de 1557 Santa Teresa entra en una nueva etapa espiritual, que ella llama “la vida de Dios en ella”[16], donde recibe la confirmación de su espíritu por dos maestros de la vida espiritual: San Pedro de Alcántara, místico y reformador franciscano, y San Francisco de Borja, Duque de Gandia y futuro General de la Compañía de Jesús[17]; será con este apoyo espiritual con el que la Santa inicie su proyecto de reforma del Carmelo, empezando para ello con la fundación de un convento observante que sirva de hogar a un grupo de religiosas que vivan en su plenitud la regla primitiva del Carmelo. La fundación de este primer convento descalzo no será fácil, pues a la oposición de la propia Orden se une la del Concejo de Ávila, y la del Nuncio de Roma que llega a llamar a Santa Teresa <<fémina inquieta y andariega, desobediente…>>[18]
A pesar de los difíciles inicios, Santa Teresa funda el Convento de San José en 1562, convirtiéndose en el epicentro del movimiento descalzo que contara con los apoyos de Juan de Ávila, el Padre Bañez y la misma Corte en Roma[19], junto a la del Padre General Carmelita. Es en este momento cuando Santa Teresa entra en contacto con dos figuras clave en la reforma del Carmelo: San Juan de la Cruz y el Padre Baltasar Gracian, los cuales se convierten en los puntales de la reforma carmelita masculina, y en los más íntimos colaboradores de la Santa en su tarea de creación de la provincia descalza dentro de la Provincia calzada de España. La lucha por la reforma del Carmelo no estará exenta de dificultades, pues los reformadores serán perseguidos por los calzados que no dudaran de denunciar a Santa Teresa a la Inquisición, de encarcelar a San Juan de la Cruz y al Padre Gracian, e intentar abortar la reforma ante las Cortes de Roma y Madrid.
Santa Teresa de Jesús murió el 4 de octubre de 1582, aunque la Iglesia celebra su festividad el 15 de octubre, y ello es debido a que su muerte se produjo la misma noche en que entró en vigor el nuevo calendario elaborado por orden de Gregorio XIII, que sustituía al Juliano creado por Julio Cesar en tiempos de la Republica Romana (S. I a. C.)[20] En 1622 fue canonizada junto a San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, y en 1970 fue proclamada doctora de la Iglesia por Pablo VI.
2.2. Caminemos para el cielo: la obra y doctrina teresiana
La producción literaria de Santa Teresa de Jesús es muy amplia y variada, y en la cual nos transmite su personalidad simpática y gigante[21]. Podemos clasificarla en dos grandes bloques:
- Obras mayores: en él encontramos lo principal de la producción mística teresiana.
- Autobiografía: la escribe por obediencia para iluminar a sus directores en el periodo más difícil de su vida (1562-1566)
- Camino de perfección: la Autobiografía estaba exclusivamente dirigida a sus directores espirituales, de ahí, que el P. Bañez le mandase que escribiese esta obra para un publico más amplio (1564-1567)
- Castillo interior: es su mejor obra y completa el Camino, esta obra es escrita por obediencia al P. Gracián; la santa exhibió esta obra entre el 2 de junio al 29 de noviembre de 1577, contando con 62 años.
- Las Fundaciones: escrito a lo largo de su periplo fundacional, es su única obra de carácter histórico, y en ella recoge paso a paso las diferentes fundaciones descalzas desde la de San José de Ávila.
- Obras menores: entre ellas encontramos cartas, pensamientos, consejos, etc.
- Relaciones espirituales: son un total de 66, y sirven para dar a conocer su vida interior a los confesores.
- Pensamientos sobre el amor de Dios: un breve tratado sobre el Cantar de los Cantares, presentado en 1571 al P. Diego Yagúes y que fue destruido por la misma santa, pero quedaron copias y pudo salvarse.
- Exclamación del alma (1567): sentimientos espontáneos después de la comunión.
- Constituciones para las monjas: son un monumento de experiencia dirigidas a sus religiosas, fueron presentadas en 1567 al P. Rubeo.
- Modo de visitar los conventos: por obediencia al Padre Gracián lo escribió entre 1576-1580.
- Poesías: poemillas espontáneos dirigidos a sus Hijas como desahogo de su corazón y para su alegría.
- Cartas – Epistolario: varias, importantes y de contenido diverso.
- Avisos y escritos varios: atribuidos a la Santa y escritos en diversas épocas de su vida.[22]
Si tuviéramos que hablar de las fuentes de las que bebe Santa Teresa para el desarrollo de su mística, habría que señalar que la santa de Ávila se nutre de la herencia de las grandes escuelas místicas medievales, aunque en un grado muy diverso:
- Escuela benedictina: es la representada por Ricardo de San Víctor y los Morales de San Gregorio.
- Escuela flamenca: esta no llega de forma directa a Santa Teresa, sino a través de la lectura del Tercer Abecedario Espiritual de Francisco de Osuna.
- Escuela dominicana: es junto a la franciscana la que más influye en Santa Teresa, tanto a través de sus confesores dominicos, como por las figuras de Santa Catalina de Siena, San Vicente Ferrer o fray Luis de Granada.[23]
- Escuela franciscana: es el alma mater de la espiritualidad teresiana, es a hombres como Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo, san Pedro de Alcántara, a quienes la santa <<debe muchas de sus expresiones, ideas, expresiones y alegorías. >>[24]
Sin embargo, tampoco podemos olvidar el influjo de san Agustín y sus Confesiones[25], pues si por algo se distingue la mística teresiana, y la española en general del periodo moderno, es por la influencia del Obispo de Hipona, pero también de Platón, de ahí, que podamos definir a la espiritualidad de la época como platónica – agustiniana[26].
La doctrina teresiana es esencialmente experimental[27], más practica que especulativa, consistiendo en un análisis psicológico de sus estados místicos, frente a ella san Juan de la Cruz nos ofrecerá una explicación teológica de sus experiencias místicas[28]. La razón se alza con relación a la mística como <<algo añadido>>[29], como una luz con la que la <<inteligencia quiere esclarecer los misterios que se realizan en el fondo del espíritu, para que puedan verlos no los que la experimentan, sino los que tienen que contemplarlos desde fuera>>[30], cada místico nos habla en un idioma diferente pues diferentes son las experiencias y los lenguajes con que se expresa, pues es difícil exteriorizar algo que es tan extraordinario que las palabras no lo puede abarcar, por ello santa Teresa dice <<que una gracia es hacer Dios la merced; otra darla a conocer al que la recibe, y una tercera expresar a los demás>>[31].
Tres son los elementos que garantizan la autenticidad de la vivencia espiritual teresiana:
- La extraordinaria lucidez de su inteligencia.
- La ausencia de formación científica.
- La riquísima variedad de estados y de fenómenos porque paso su espíritu.[32]
Los elementos que configuran la espiritualidad teresiana son:
- Afirmación clara y precisa de lo sobrenatural.
- Conjugación perfecta de las gracias contemplativas y místicas.
- Sentido profundamente cristológico.[33]
- Predominio de un elemento antropológico en la mística teresiana: amar en Dios a las criaturas, por medio de la unión con Dios por el amor y la voluntad[34]. En este sentido es interesante citar a san Alfonso María de Ligorio que en su tratado Practica de amar a Jesucristo no dice lo siguiente:
<< Santa Teresa, por el contrario, decía que, al contemplar árboles, fuentes, riachuelos, riberas o prados, todas estas hermosas criaturas le recordaban su ingratitud por amar tan poco al Creador, que las había creado para ser amado por ella. >>[35]
3. La Escuela mística teresiana: la estela de Teresa de Jesús
Santa Teresa de Jesús marcó una impronta indeleble en la mística posterior, no solo dentro de su propia Orden, sino que influyó en el desarrollo de esta “ciencia experimental”, la mística y la espiritualidad cristiana, a lo largo y ancho de Europa.
Una de las influencias más importantes que ejerció la mística teresiana es visible dentro de la espiritualidad de la Compañía de Jesús, pues al carácter ascético que en ella imprimieron los Ejercicios Espirituales ignacianos, se une el místico propio de la obra de santa Teresa[36], y del que encontramos un buen ejemplo en la espiritualidad del Padre Francisco Bernardo de Hoyos (1711-1735), ejemplo de una espiritualidad de transición hacia el siglo XVIII, y en quien convergen el ascetismo de san Ignacio, la mística de santa Teresa y el devocionismo de san Francisco de Sales[37]. Otros autores jesuitas influenciados por la mística teresiana fueron el P. Segneri, autor de la Concordia tra la fatica e la quiete nell’ orazione, que acudirá a los textos teresianos para refutar en su primera hora a la herejía mística del Quietismo[38]; el P. Álvarez de Paz, el P. Seisdedos, etc.[39], se unen a la lista de Hijos de san Ignacio inspirados en la mística teresiana.
Fuera de España es san Francisco de Sales quien también bebe de las fuentes teresianas para conformar su <<Humanismo devoto>>, dejando traslucir la influencia de la <<Madre Teresa>> en sus obras capitales: Introducción a la vida devota y Tratado del Amor de Dios, escritos que tanto influirían en la espiritualidad francesa de su tiempo, hasta el punto de poder afirmarse que ejercieron una notable influencia en la configuración de la espiritualidad de la devoción al Corazón de Jesús, que llega a nosotros por medio de una de sus Hijas salesas, santa Margarita María de Alacoque. Todavía en Francia encontramos el ejemplo de otro gran escritor cristológico, el Cardenal Pedro de Bérulle, formado en la espiritualidad teresiana e introductor del Carmelo descalzo en Francia, centro toda su espiritualidad en la alabanza de la Humanidad de Cristo, punto en que la Madre Teresa contravino la espiritualidad de Francisco de Osuna, más atento a la contemplación de la divinidad de Cristo; tampoco podemos olvidar la influencia de la mística teresiana en la espiritualidad de san Juan Eudes, en especial la tendencia centrada en la contemplación de la Humanidad de Cristo, que en este caso se traducirá en la difusión de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús por el fundador de los Eudistas[40], aunque en san Juan Eudes se haya todavía muy unido a la espiritualidad cordimariana.
Dentro de España la huella de santa Teresa atraviesa los muros conventuales e inflama a las Hijas de san Francisco, este es el caso de la mística y fundadora alicantina Sor Ursula Micaela Morata, en cuya Autobiografía hallamos en muchos lugares la presencia de la mística teresiana, sólo hay que ver que ante el deseo de morir en defensa del Santísimo Sacramento la religiosa alicantina exclama: <<Que moría porque no moría>>[41], que es muy próximo a aquella expresión contenida en uno de los más hermosos poemas teresianos:
<< Vivo sin vivir en mí, y tan alta dicha espero que muero porque no muero>>
También hallamos en la España del XVII ejemplos de magisterio místico fuera de santa Teresa a pesar de la crisis que sufre la mística en los reinados de los Austrias menores, pero que comparten con ella su grandeza y profundidad. He ahí el caso de la Madre María de Jesús de Ágreda, superiora del Convento de la Concepción en Ágreda (Huesca) y famosa por ser la autora de uno de los libros marianos más bellos y polémicos La Mística Ciudad de Dios, en la que la autora nos narra la vida de la Santísima Virgen desde su Concepción hasta su Asunción dictada, según la propia autora, por la misma Madre de Dios. La importancia de esta autora reside en que su experiencia mística parte de unos presupuestos similares a los de santa Teresa, sobre todo en su falta de formación, como ella misma nos comenta, y en que su libro contiene una mariología muy próxima a los postulados enunciados por el Vaticano II[42].
Finalmente, señaló como la estela de santa Teresa ha llegado hasta nuestros días no sólo con los ejemplos de miles de religiosos y religiosas de su Orden a lo largo de la historia, como serian los casos de santa Edith Stein o santa Maravillas de Jesús, reformadora de la Orden Descalza en el siglo XX, sino también en otras figuras de la espiritualidad moderna como santa Rosa de Lima o san Alfonso María de Ligorio.
En definitiva podemos señalar con el P. Crisógono de Jesús que <<la autora de Las Moradas ha llegado a ejercer en mística una hegemonía tan grande y tan universal, que nadie puede sustraerse a su influencia, nadie puede disputársela, y con nadie la comparte si no es con su fiel compañero de Reforma, el extático y sublime san Juan de la Cruz.>>[43]
Conclusión
Santa Teresa de Jesús se alza como una de las figuras religiosas más importantes de todos los tiempos. Nacida en pleno reinado de Carlos V, de origen converso, de alma grande y miras gigantescas, supo combinar a la perfección su feminidad con un espíritu indomable, propio de los conquistadores del Nuevo Mundo; su impetuosidad con una extrema fidelidad a la Iglesia, en unos momentos en que lo novedoso era visto con recelo por ella; y su sencillez con una literatura que ha marcado toda una epoca de la espiritualidad española, pero que no podria entenderse sin encuadrarla junto a los espiritus libres e independientes de un Cervantes o Quevedo, o religiosos de un Calderon.
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
[1] Cuando hablo de “secularización” me refiero al comportamiento de algunos clérigos que vivían más como laicos que como hombres de Iglesia, un ejemplo de ello sería el Papa Julio II que no dudaba en ponerse al frente de sus ejércitos como un príncipe temporal más (N. del A.)
[2] AA. VV. Historia de España. T. IV Los Reyes Católicos. El Imperio. Circulo Internacional del Libro, Madrid, 1990. p. 78
[3] No podemos olvidar que muchos místicos usaran como modelo para expresar sus experiencias el libro atribuido a Salomón del Cantar de los Cantares, y que tantas traducciones al castellano conocerá en el siglo XVI (N. del A.)
[4] Santa Teresa incidirá más en su espiritualidad en la contemplación de la humanidad de Cristo, mientras que Francisco de Osuna buscara más la meditación en torno a la naturaleza divina (N. del A.)
[5] Menéndez Pelayo señala como miembros de los “alumbrados” a <<monjas embaucadoras>>, <<beatas celestinescas>> o <<degenerados mentales>>, aunque la moderna historiografía ha apuntado a considerar al “Alumbradísimo” como una <<herejía fantasma>>, pues conocemos muy poco sobre ella, llegándose a afirma que tal amenaza fue inventada por la Inquisición con el fin de combatir un mal más real que representarían iluminados, humanistas, luteranos y calvinistas (N. del A.)
[6] El “alfaquí” era un maestro musulmán que trataba sobre materias religiosas (N. del A.)
[7] Novena de Santa Teresa de Jesús, Valencia, 1994 p. 1
[8] GIORGI, Rosa: Los diccionarios del Arte: Santos, Electa, Barcelona, 2003 p.337
[9] Novena de… p. 1
[10] Novena de… p. 1
[11] DUCHET-SUCHAUX, Gastón – PASTOUREAU, Michel: Iconografía: la Biblia y los Santos, Alianza Editorial, Madrid, 1996 p. 221.
[12] GIORGI, Rosa, Op. cit. p. 337
[13] Novena de… p. 1
[14] GIORGI, Rosa, Op. cit. p. 337
[15] Novena de… p. 2
[16] Novena de… p. 2
[17] Novena de… p. 2
[18] Novena de… p. 2
[19] Novena de… p. 2
[20] Novena de… p. 3
[21] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono (Carmelita descalzo): Santa Teresa de Jesús, Editorial Labor S. A., Barcelona, 1942 p. 118
[22] INTERNET: Santa Teresa de Jesús en www.camelnet.org (CONSULTA: 25-X-2004)
[23] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p. 237
[24] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., pp. 237-238
[25] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit. pp. 125-126
[26] MENDEZ BEJARANO, Mario: Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX en “Biblioteca filosófica en Español”, Oviedo, 2000 en www.filosofia.org (CONSULTA: 10-XI-2004)
[27] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p. 119
[28] POURRAT, P: Thérèse (Sainte) en <<Dictionnaire de Theologie Catholique>>, Letou; Zey et Ané, Editeurs, Paris, 1908, col. 568
[29] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p. 119
[30] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p. 119
[31] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p. 120
[32] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p. 120
[33] INTERNET: Santa Teresa de Jesús en www.camelnet.org (CONSULTA: 25-X-2004)
[34] MENDEZ BEJARANO, Mario, Op. cit. en www.filosofia.org (CONSULTA: 10-XI-2004)
[35] ALFONOS MARIA DE LIGORIO, San: Practica de amar a Jesucristo en Obras Maestras de la espiritualidad: San Alfonso María de Ligorio, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 2003 p. 7
[36] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p.239
[37] E. Rey: HOYOS, Bernardo Francisco de en <<Diccionario de Historia Eclesiástica de España>>, Instituto Enrique Florez (CSIC), Madrid, 1972 p. 1105
[38] El Quietismo o <<molinosismo>> fue una doctrina mística condenada por Roma y elaborada por el sacerdote valenciano Miguel de Molinos, y afirmaba la posibilidad de conseguir un estado continuo de amor y contemplación unitiva con Dios, que la dispensaba de cualquier otra practica religiosa. Condenada por Roma, el Quietismo fue usado como argumento contra todo tipo de mística, sobre todo a partir de su difusión en Francia a través de Madame de Guyon y el obispo Fenelon.
[39] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., pp. 239-240
[40] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p. 241
[41] SAEZ VIDAL, Joaquín: Sor Ursula Micaela Morata (1628-1703) Experiencia religiosa y actividad personal, Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, Alicante, 1987, p. 125
[42] FIORES, S. – MEO, S.: Nuevo Diccionario de Mariología, Ed. San Pablo, Madrid, 1993, p. 847
[43] DE JESUS SACRAMENTADO, P. Crisógono, Op. cit., p. 245
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