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¿Necesitamos otro Lepanto?

Estamos viviendo una gran crisis dentro de nuestra Iglesia, las noticias se suceden continuamente y el sínodo de la Amazonia está siendo un escenario catastrófico, se pregunta nuestro compañero si necesitamos otro Lepanto

«¿Necesitamos otro Lepanto?» Manuel Cuevas

Se cumplen 488 años de la batalla de Lepanto, cuando la flota católica de la “Liga Santa” enfrentó a la armada turca que amenazaba con invadir a Europa e imponer la fe musulmana destruyendo el cristianismo.

El 7 de octubre de 1571 en el golfo de Lepanto se enfrentan en combate la flota cristiana bajo el mando de Don Juan de Austria contra Alí Pachá y la flota turca. La flota cristiana formada por la armada de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, Génova, Ducado de Saboya y la Orden de Malta fueron coordinadas por el papa Pío V, se reunieron alrededor de 230 naves con 50,000 soldados, según las fuentes históricas. La flota turca con más de 320 naves y el doble de soldados que los cristianos, superaba en número y barcos del lado cristiano, se pensaba en la victoria musulmana.

El resultado de la batalla no puede ser más favorable para los cristianos que vencieron definitivamente el poderío turco naval, y se evitó la debacle del cristianismo amenazado por los musulmanes. Esto definitivamente fue por gracia divina y la poderosa intercesión de la Virgen María, por ello San Pio V dijo al conocer la victoria de los cristianos dijo que María era “Auxilium cristianorum” como quedó en la jaculatoria de la letanía lauretana que rezamos con el Rosario.

Por ello ante los peligros que sufrimos y ante las graves crisis que enfrenta la Iglesia nosotros recurrimos a quien es auxilio de los cristianos, a la Virgen María Santísima Madre de Dios.

En estos tiempos que nos ha tocado vivir ya no hay la fe que antiguamente se tenía, hoy los frentes en que se ataca y combate a nuestra fe se han multiplicado, ateos, masones, musulmanes, new age, relativismo, herejía, todo eso enfrenta la Iglesia de Cristo y no veo que la mayoría de los cristianos estemos dispuestos a luchar por defender nuestra fe. Ya personas como las de Lepanto, las de la “Cristiada” en México, La Vendée en Francia, la de la Guerra civil española en que miles ofrendaron la vida por su fe y religión hay pocas y parece una opción olvidada y descartada.

Lo más triste y difícil de asimilar es ver que el peor enemigo lo tenemos dentro de nuestra propia Iglesia.

Es inconcebible que Cardenales, Obispos, sacerdotes, y las más altas instancias no defiendan la revelación divina y la fe depositada en nuestros padres desde que Cristo fundó su Iglesia sobre el fundamento de los apóstoles.

El peor enemigo es el que llevamos dentro, el que traiciona el magisterio y la tradición apostólica, prefiriendo seguir al mundo ya que comparte todo lo que es políticamente correcto pero se olvida de proclamar fuerte y claro que Jesucristo es el Señor Dios que con su muerte y resurrección nos da la vida a todo el género humano.

Es notoria la falta de fe y el querer cambiar lo que les incomoda a muchos para hacer una religión más a modo con su pensamiento modernista. Quieren cambiar la sacralidad de la Eucaristía para dar la comunión a quienes viven en pecado mortal o en adulterio olvidando lo que dice San Pablo que quien come y bebe indignamente el cuerpo de Nuestro Señor , come y bebe su propia condenación(1 Cor 11,29).

Ahora está de moda aceptar las relaciones “anti natura” en aras de una supuesta misericordia y buenismo, pero sin señalar que es algo contrario a las leyes de Dios.

Lo que vemos en el Sínodo de la Amazonia que se lleva a cabo en Roma estos días es para ponerse a temblar ante el abierto embate y descaro de quienes olvidan la fe que todos juramos profesar en el credo y pocos pastores hay que levanten la voz ante esto.

Vemos que algunos impulsan ideas conciliadoras con el mundo como “mujeres ordenadas” hombres casados que hagan la función de sacerdotes o “viri probati”, religiosas que “confiesan” sin tener el orden sacerdotal, abolición del celibato sacerdotal, eso sí mucha apertura con la gente que practica el panteísmo y chamanismo, pero que ni siquiera se les exige tener firme la fe católica.

Los pastores que deben de confirmar en la fe al pueblo de Dios están callados y no dicen nada y solo algunas voces que claman en el desierto avisan que se está alejando a los fieles de Dios y de la tradición, haciéndolos ver como retrogradas y los llenan de injurias en lugar de decir que todavía hay verdaderos profetas que Dios manda en estos tiempos aciagos.

En el pasado el Papa San Pio V convocó a la liga Santa para que la cristiandad triunfara en Lepanto, el Papa Francisco está en la encrucijada en que debe de actuar conforme a lo que es su ministerio petrino, de confirmar en la fe a sus hermanos, de guiar al pueblo de Dios a la santidad y salvación, de defender la fe católica de todos los enemigos externos e internos.

Necesitamos un nuevo Lepanto, una verdadera batalla donde se defienda la fe revelada, en donde se combata la herejía y los ataques que buscan destruir la Iglesia de Cristo. Sabemos que no lo lograrán, pues la promesa del Señor es que no prevalecerán las fuerzas del infierno contra su Iglesia, pero lo que debe preocuparnos es la salvación de miles de almas que confundidas por la ambigüedad o permisión del pecado sigan el camino ancho de la perdición y se condenen.

Un nuevo Lepanto es metafóricamente la batalla del bien contra el mal que debe empezar por nosotros mismos, con nuestra conversión testimonio oración y sacrificio.

Un nuevo Lepanto empieza hoy con el Sínodo de la Amazonía, donde la desventaja numérica contra los adversarios de la fe es notoria donde el abandono de quienes deben guiar al pueblo de Dios es evidente y pocos son los que abiertamente proclaman la verdad y el amor a Cristo.

El “Instrumentum Laboris” está plagado de errores y herejías que ponen en grave riesgo a muchas almas que ignoran y desconocen los fundamentos de su propia fe.

Desde la crisis del arrianismo la Iglesia no se había visto tan seriamente amenazada por sus enemigos como hoy en estos tiempos y en este Sínodo que se centra más en ecología, migrantes, teología india, panteísmo, pero no en la salvación de las almas y en una verdadera evangelización por misioneros fieles a la doctrina cristiana, que proclamen sin ambages que Cristo es el Señor Dios de los ejércitos.

No debe negarse que pensar en cuidar la creación de Dios y las necesidades de nuestro prójimo son importantes, pero nada será nunca más importante que la salvación de las almas y predicar el Evangelio.

¿Queremos que se eviten los grandes males y se cumplan las amenazas del Maligno y sus secuaces?

Vivamos en gracia, pidamos la poderosa intercesión de la bienaventurada Virgen María, que como nuestro auxilio nunca nos deja. Recemos el Rosario y hagamos ayuno y sacrificios por la Iglesia para que no prevariquen en su fe tantas almas. Pidamos que el Espíritu Santo ilumine al Papa y a los Obispos para que hagan lo que Dios quiere y no lo que el mundo y sus ideas personales pretenden.

Tú como yo seguramente somos de los simples fieles católicos que amamos a Dios y a la Iglesia, dejemos nuestra zona de confort y hagamos algo por la fe que nos decimos profesar. Seguramente nadie nos escuchará en el Sínodo de la Amazonía y podemos ser tachados de mil cosas, pero la realidad es que si podemos hacer algo y eso es la oración a Dios y pedir la intercesión una vez más de la Virgen María.

Si queremos que un nuevo Lepanto, que una nueva victoria de la cristiandad se dé, no debemos confiarnos a nuestra fuerza pues nosotros no valemos nada, pero el Señor Dios de los ejércitos si puede hacer todo y si clamamos a Él suficientes almas y pedimos misericordia y que abata a sus enemigos que confrontan su Iglesia seguramente nos escuchará.

EXSURGE DOMINE ET IUDICA CAUSAM TUAM. (Salmo 73)

Manuel Cuevas Miles Christi

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Author: Manuel Cuevas-Miles Christi
Católico,mexicano, felizmente casado y con tres hijos, Médico Ortopedista de profesión, vive y trabaja cerca de la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México. Colabora con algunos foros de formación y de apologética católica en redes sociales. Preocupado por su salvación y la de sus hermanos, fiel a Dios y al Magisterio infalible de la Iglesia Católica.