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Humildad

¿Conocemos la vida de Cristo? La propuesta de D. Vicente es adentrarnos en los misterios de Su Vida

«Humildad», Rev. D. Vicente Ramón Escandell

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

Relato evangélico

Un sábado, entró él en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, lesdecía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos

los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido»

Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Comentario al Evangelio

En el marco de su exposición sobre las características del Reino de Dios, san Lucas pone en boca de Jesús una serie de parábolas en las que lo compara con un rico banquete, al que es invitado toda clase de gentes. Como es lógico, todos buscan los primeros puestos, cercanos al anfitrión, y que reflejan una jerarquía social o religiosa; sin embargo, invita a sus oyentes a no perseguir con ansiedad esos puestos, que representan la carrera por las honras humanas, sino que llama a una actitud más humilde: frente a la búsqueda desesperada y frenética del honor, el poder y la influencia humanas, la actitud del discípulo es despreciar esa ansia de notoriedad y preferir los últimos puestos, los de quienes no cuentan para nada, y esperar con paciencia la recompensar eterna. Y esta vendrá por la actitud que se tome con aquellos que, por las circunstancias de la vida, nada cuentan para el mundo: los pobres, marginados, pecadores…, a ellos hay que salir a buscar por los caminos y de ellos vendrá la verdadera recompensa de Dios. De esta manera, Jesús invita a los suyos a no ser serviles seguidores de los hombres de poder y autoridad, sino a ser siervos de quienes nada pueden ofrecer en este mundo por el bien que se les hace, pero que en el otro serán dispensadores de las gracias divinas.

Reflexión

La soberbia del diablo fue la causa de nuestra ruina, y el fundamento de nuestra redención, la humildad de Dios, escribe san Gregorio Magno en su Regla pastoral[1].

Todo pecado es, en el fondo, un acto de soberbia contra Dios y sus santos mandamientos, porque quien lo comete se cree por encima del bien y del mal. Este fue, por ejemplo, el trasfondo del pecado de rebelión de Lucifer y de los ángeles caídos que, según cuenta san Ireneo de Lyon, no sólo se negaron a servir a Dios, sino también a los hombres, a quienes consideraban criaturas inferiores. De aquella rebelión nació el Pecado Original, por el que, por instigación del mismo Lucifer, nuestros primeros padres desearon ser como Dios, es decir, creadores, legisladores, jueces y señores de todo lo creado. Y desde entonces, se sembró en el corazón y el alma del hombre la semilla del orgullo y la soberbia, que aflora continuamente y lo aboca al pecado. Pero Dios, en su infinita sabiduría, quiso contrarrestar ese influjo en el alma del hombre por medio de la virtud de la humildad, que brillo en muchos de los Patriarcas y Profetas, aunque no como en la Virgen María y Nuestro Señor Jesucristo, que la poseían en grado máximo. Fue la humildad de María la que abrió las puertas a nuestra salvación acogiendo en su seno al Hijo de Dios, y fue la humildad de este la que venció la soberbia del diablo a lo largo de toda su vida terrena, pero, sobre todo, en el momento de máxima humillación y abandono, cuando el Hijo de Dios, igual al Padre en poder, pudo, por medios extraordinarios, realizar su obra; sin embargo, fue a través de la humildad, la humillación y la paciencia como realizó su obra salvadora. Fue así como la humildad de Cristo, del Hijo de Dios, venció a la soberbia de la Serpiente, de manera que Aquel que fue humillado en la Cruz fue por Dios exaltado sobre todas las cosas.

Testimonio de los Santos Padres

San Juan Crisóstomo (334/335 -407)

Pero dirás: el pobre está sucio y lleno de inmundicias, lávale y haz que se siente contigo a la mesa. Y si lleva vestidos sucios, dale un vestido limpio. Es Jesucristo quien viene por él y tú te ocupas de cosas frívolas.

hom. 1 in Ep. ad Col

Oración

Señor y Dios nuestro, que humillas al soberbio y exaltas al humilde, míranos con compasión y perdona nuestros muchos pecados; que la gracia de tú Hijo acreciente en nosotros la virtud de la humildad, para que, humildes como Él, alcancemos un puesto a su lado. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amen. 

Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad


[1]Regla Pastoral, 3, 18


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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna