Manuel Cuevas, viviendo el día a día de la pandemia hace un alto para dirigirse a sus hijos, o quizás para decirnos a todos nosotros qué podemos hacer y cómo nos podemos preparar para la situación que estamos viviendo
En medio de la pandemia. Carta a mis hijos. Un artículo de Manuel Cuevas
Mis amados hijos, ustedes son el tesoro que Dios me ha regalado y confiado para que lo multiplique en mi vida, saben cuánto los amo y por eso nunca me he cansado de decírselos, así sin ningún motivo, ustedes son razón suficiente para alegrar mis días y darle sentido a la vida que el Señor nos ha dado a cada uno de nosotros.
Nos ha tocado vivir en un tiempo donde las perdidas y los sufrimientos afectan al mundo entero, tantas veces hemos platicado sobre el mal, la enfermedad, por qué pasan las cosas y he tratado de enseñarles que hay un motivo para todo, aun en lo más difícil podemos y debemos siempre hacer la voluntad de Dios y abandonarnos a su divina providencia pues sabemos que no nos dejará desamparados en estos días aciagos.
Esta pandemia ha provocado tantas cosas que nos ha tocado vivir y padecer a todos, incluyéndonos, se han ido familiares, amigos cercanos y queridos, no hay día que no nos enteremos de alguien que ha perdido la vida por el Coronavirus y en los que muchos dejan a su familia y su casa sin la posibilidad de regresar y sin haberse podido despedir de sus seres amados, algunos ingresan a un hospital y ya no vuelven a ver a su familia, eso es un factor común en estos tiempos que han tenido complicaciones tan graves, muchos no tienen la oportunidad de despedirse, arreglar sus asuntos terrenales, ni de decir cuánto aman a sus seres queridos.
Por eso uno debe prepararse siempre, hacer y decir lo que tiene nuestro corazón en vida, para que nada se nos quede y fructifique, ustedes tantas veces han oído de mis labios lo feliz, orgulloso que estoy de cada uno de ustedes Zuriel, Sarita y Michelle, y quiero repetirles lo que tantas veces han oído para que lo graben en su corazón, lo más importante en la vida es amar a Dios, y a nuestro prójimo, si su vida no está llena de amor al Señor no vale nada, si su vida no sirve para ayudar, servir y socorrer a los demás, ¿Qué sentido tiene? Si ustedes no ven que estamos de paso en este mundo y que tenemos como deber nuestra santificación y salvación, créanme entonces nada valdría la pena.
No son las riquezas, el poder, el prestigio, la comodidad, el placer o la tecnología y todo lo que ofrece el mundo lo que realmente los hará felices, sino lo verdaderamente importante es el amor con el que ustedes vean los dones que Dios nos concede, que aprecien las cosas simples de la vida y los valores que les hemos inculcado su mamá y yo, si algo no los acerca a Dios entonces no es bueno, por muy atractivo que parezca.
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? Dice la Sagrada Escritura y eso es muy cierto, no pierdan su vida, no condenen su alma inmortal por nada, solo Dios nutre y basta para todo, si tienen a Dios lo tienen todo, si Él está ausente de su vida entonces no tienen nada.
Ustedes saben que por mi trabajo en el Hospital veo todo lo que pasa, lo hemos platicado y dentro de la angustia y ansiedad que provoca la pandemia quiero decirles algo que conforte su corazón y también ¿por qué no? que los prepare para el momento más importante en la vida de los seres humanos que es regresar a Dios y rendir cuentas de los talentos recibidos.
Cuando camino por los pasillos del Hospital y veo enfermos y pacientes que necesitan de nuestra ayuda y conocimiento, los pongo a todos en manos del Señor, pido por ellos y hago lo mejor posible por ayudarlos, muchos desgraciadamente pierden la batalla, han sido días abrumadores al ver tanta muerte y angustia, ellos son los que me preocupan, pues no sé si estaban preparados para presentarse a su juicio, nunca dejen de pedir por los enfermos, los agonizantes y por los que sirven y ayudan en esta situación extraordinaria que nos tocó vivir con la pandemia.
Desde hace tiempo hemos platicado de la muerte, de mi muerte y la de todos nosotros y como creyentes en Nuestro Señor Jesucristo debemos llenarnos de fe y esperanza en que hemos sido rescatados por nuestro Redentor y Salvador, así que la muerte realmente no tiene un poder sobre nosotros, sin embargo no debemos dejar de trabajar en la viña del Señor, que den frutos los talentos que hemos recibido, no sabemos cuándo seremos llamados a cuentas y por eso quiero decirles lo que ya hacemos hace tiempo y que hoy con mayor razón tenemos que estar en gracia de Dios, frecuentar los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía, pues recordemos que la verdadera vida, la gloria eterna vendrá cuando dejemos este mundo, y solo los que estén en gracia verán al Señor Dios.
Mientras estamos aquí somos como dice la escritura “Militia est vita hominis super terram, et sicut dies mercenarii dies ejus.” (Job 7,1)”¿No es la vida del hombre sobre la tierra una milicia y como días de mercenario son su días?”, así que como hijos y soldados de Cristo que somos por el Bautismo y la Confirmación debemos prepararnos y aprestarnos a dar el buen combate para que al final de nuestros días digamos “Señor Dios Nuestro, aquí estoy Señor perseveré en tu servicio y multipliqué los talentos que me confiaste, ten misericordia de mi pecador”, por eso quiero decirles algunas cosas que espero las mediten y guarden en su corazón el día que ya no estemos juntos, pues de eso depende que volvamos a vernos en la vida eterna.
Primero, su vida de gracia, su pureza de alma deben defenderla de los enemigos que hoy se multiplican y se acercan con caras atractivas pero que pueden alejarlos de la verdadera felicidad que solo Dios puede dar, por eso les dije que frecuenten los sacramentos, sobre todo la Confesión por las caídas que van a tener seguramente, es necesario que tengan firmeza de carácter y se levanten cuando se equivoquen y pequen, para eso es el sacramento de la Penitencia, para limpiar su alma y volver con renovados bríos a seguir adelante con el firme propósito de enmienda y de no hacer nada que ofenda a Nuestro Señor, todo lo que hagan en la vida piensen antes de actuar si eso lo podrían hacer delante de Dios y de sus padres, si contestan esa pregunta sabrán que no se puede consentir o transigir con el mal, somos hijos de Dios y debemos actuar como tales.
Y para tener la fuerza necesaria es necesario acercarse a la Eucaristía frecuentemente, es nuestro alimento espiritual y el momento en que Dios viene a visitarnos de forma física y grandiosa, valoren más que nada la Sagrada Comunión y defiendan si es preciso con su vida la Eucaristía, los Sacramentos y su fe católica, como me decían mis abuelos y mis padres “Defender a Dios a capa y espada, aunque la vida nos vaya en ello, que si la llegamos a perder el mismo Dios nos dará la vida eterna”, lo mismo les digo a ustedes.
No dejen su oración, ese dialogo con Dios que hacemos desde que nos levantamos, cuando salimos de casa, cuando bendecimos los alimentos y el pan que ha puesto en nuestra mesa, cuando al acostarnos rogamos por su amor, cuando prendemos el cirio si alguien necesita nuestra oración, cuando rezamos a la divina Providencia y la Santísima Trinidad el día primero de cada mes como lo hace nuestra familia hace décadas, cuando rezamos el Rosario, no se olviden visitar a Jesús en el sagrario, Él siempre nos espera amoroso y dispuesto a llenar nuestro vacío y guiarnos por el sendero de la vida.
Empéñense en salir adelante como buenos hijos, estudien, trabajen, sean honestos y buenos ciudadanos, defiendan al débil, protejan al no nacido, al desamparado, no cometan injusticias, socorran al necesitado, cuando sea posible con algo material, siempre con oración y una sonrisa para quien se cruce en su camino.
Sean cautos y cuídense de la ideología de género, el aborto, hedonismo, materialismo, relativismo, todo eso va contra los valores que les hemos enseñado, no existen sino personas buenas y malas, no caigan en las trampas de la supuesta inclusión, pues si deben respeto a los demás también ustedes merecen lo mismo, en su persona ,vida y creencias, que no les tiemble la voz en proclamar su fe y sus valores, su sangre tiene herencia y fuerza, por eso debemos confiar completamente en la misericordia y providencia de Dios.
Hijitos míos, no sabemos cuándo seremos llamados, pero si cumplen los Mandamientos de Dios, los valores que les hemos enseñado y continúan en el amor entre ustedes seguramente todos nos reuniremos en torno del Señor.
Sean firmes y fuertes, sean buenos cristianos, cuiden a su madre, ustedes son el fruto de nuestro amor, bendecido por el Sacramento del Matrimonio, no aspiren a menos de lo que han visto y vivido en su propia casa, amen a su familia y su Iglesia Católica, vivan cada día intensamente y hagan lo que más les llene su alma y los apasione, siempre contarán con mi confianza, con todo mi amor les doy la misma bendición que me dieron mis padres y que espero ustedes den a sus hijos algún día
“El Señor te bendiga y te guarde, te muestre su rostro y tenga misericordia de ti, te mire benignamente y te conceda la paz.
El Señor te bendiga en el nombre del Padre (+) y del Hijo (+) y del Espíritu Santo (+)
Con el velo del Santísimo Sacramento, sea cubierto tu cuerpo
Ni herido, ni muerto, ni preso, ni cautivo
Ni caiga en manos del enemigo.
El poder de Dios te valga
Y la fuerza de la fe
La pureza de María Santísima
Y la castidad del Señor San José”
Amen.
Su Padre que los ama.
Manuel Cuevas Ramírez.
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