Catolicismo y política. El hombre en el Siglo XXI.

El hombre en el Siglo XXI

Hoy nos enfocaremos en las características que definen al hombre en el siglo XXI. Su alejamiento progresivo de Dios, la centralidad en la voluntad de sí mismo y vivir y ser según sus propios deseos. Se suprime a Dios de la vida pública pero también en las decisiones de la vida privada. La voluntad, los deseos, y la exaltación de la libertad son los puntos cardinales de una concepción antropológica que, seguramente, marcará el rumbo de estos tiempos. Sin embargo, la historia nos enseña que un hombre sin Dios y sin un vínculo con la verdad, es un ser extraviado y que sucumbirá a penurias materiales y vacios de su alma frágil.

Catolicismo y política. El hombre en el Siglo XXI. Un artículo de Leonardo Olivieri

Con el predominio de la ilustración, se fue forjando una concepción de sujeto definido como auto-consciente, independiente por naturaleza, dueño de sí mismo y libre de todo condicionamiento externo. Es a partir de esta visión donde se comienza a consolidar las bases de la ideología individualista, del atomismo social siendo el sujeto individual fundamento de todo de todo ordenamiento socio-político. As así que se enaltece al individuo sea en el campo social, político como en el económico. Todo ello lleva a pensar el mundo desde la auto-reflexión de sí mismo como sujeto del conocimiento del mundo objetivo. Por lo tanto, esta autoafirmación del sujeto (yo soy) es la precondición, el molde y la estructura base sobre la cual se afianza el hombre moderno, desde el cual observa y desarrolla su vida en el mundo.

Encontramos al sujeto trascendental de Kant que es concebido como pura identidad, auto-referencial, como una unidad y totalidad que está afuera de todo lo temporal. O sea, este sujeto contiene en sí mismo el fundamento de toda unidad de lo diverso y de lo múltiple. Con respecto al orden social, encontramos la base de este principio en el modelo del contrato social donde cada individuo aislado y libre acuerda con los otros la fundación del orden social y político. También encontramos este principio en la economía y la perspectiva del interés-egoísmo individual relacionado con el progreso social.

Es síntesis, el sujeto trascendental kantiano, se constituye como principio auto-fundado y fundante de la realidad, idéntico en sí mismo y sustraído de toda historicidad. La subjetividad kantiana se consolida como subjetividad universal que encierra en forma apriorística todas las posibilidades no sólo del conocimiento de la realidad del mundo, sino también es la base de toda organización social.

En la actualidad este sujeto auto-referencial está siendo fuertemente criticado. El posmodernismo progresista y la teorías del género, critican duramente al este sujeto trascendental. Se cuestiona la exaltación de la razón, como principal atributo y sobre todo la idea de unidad. El sujeto no es totalmente racional, hay emociones, deseos y voluntad, y además no existe una única racionalidad. Es importante recalcar la importancia que se que se le da a la voluntad y a los deseos.

Por otro lado, bajo esta perspectiva el sujeto es, para decirlo de manera sencilla, el resultado de una combinación entre factores biológicos, voluntad individual, y factores sociales. De ahí que se hace mención a la construcción social de las subjetividades.

De esta manera, el sujeto se constituye a partir de la relación que tiene con los otros, ya que a partir de esa inter-relación con los demás, el ser humano se va constituyendo en sujeto y por lo tanto su manera de ser propia, esto es, su subjetividad. Por lo tanto, la subjetividad que emerge de tal relación con los demás, va a representar todo el conocimiento que es producido por las experiencias. Así es que, la subjetividad consiste básicamente en la cualidad del ser sujeto, como el resultado de un proceso dinámico que se está construyendo continuamente.

Es por ello que los seres humanos son los constructores de su propia realidad, de su historia, de sus valores y principios morales, de sus órdenes sociales y al fin y al cabo, son los constructores de sí mismo.

Para que exista el sujeto, el ámbito de lo social lo tiene que ir construyendo y moldeando en base a los aspectos simbólicos-culturales de la sociedad y el momento histórico en donde le tocó vivir. De acuerdo a lo que vaya internalizando va ir construyendo su subjetividad como reflejo de la mirada de los otros que lo rodean, de las relaciones, de las experiencias con su entorno.

Como se puede apreciar, ya no existe un sujeto independiente del mundo que lo rodea, o si se quiere, una separación natural y objetiva entre distintos sujetos entre sí y los diferentes objetos que componen el mundo que lo rodea. Todo es un proceso de construcción, tanto sujetos como objetos.

Por otra parte, es evidente que esta auto-generación subjetiva excluye lo trascendente, entendido como una objetividad existente más allá de la participación subjetiva. Dios no sólo queda relegado a la interioridad de la conciencia, como podía ser en el sujeto kantiano, sino que ahora se le quita su trascendencia y objetividad. Esto es, Dios, es una construcción simbólica, un relato, de algo que puede existir o no, dependiendo de la voluntad de cada sujeto.

Ya no existe un Dios verdadero y objetivo, tampoco existe una racionalidad única y común propia de los seres humanos, las subjetividades son construcciones sociales y una mezcla entre voluntad y aspectos simbólicos-culturales. Entonces, ¿qué es lo que queda en pie?.

La respuesta parece ser sencilla, lo que queda es un hombre que define su subjetividad por medio de su voluntad, de sus deseos, y de su libertad. Un hombre que radicaliza la idea de autonomía de la ilustración llevándola no sólo al cuestionamiento del orden social y político, sino que lleva ese principio de libertada y autonomía a su propio ser. Es un hombre que a partir de su voluntad y su deseo hace uso de la libertad para auto-construirse, para ser lo que quiere ser. Para ello debe estar dispuesto a despojarse de sus constructos sociales que lo impregnan y cuestionarlos.

Esta manera de pensar al hombre no es nueva. La filosofía de Arthur Schopenhauer partía de un primer pensamiento fundamental: el ser es voluntad, el ser quiere ser y quiere permanecer como querer; el ser es esa voluntad que quiere ser siempre voluntad. El modo de ser de la voluntad es un continuo devenir en el que se afirma el querer-vivir. Más allá de estas frases, lo concreto es que el sujeto es voluntad, es querer ser lo que se quiere ser.

La vida se justifica a sí misma, es un flujo constante de devenires, no hay Dios, no hay nada que sea eterno ni perdurable. Hay cambio, movimiento, fiel consecuencia de la voluntad. No hay eternidad sino presente. La vida, tal como lo planteaba el filósofo Henri Bergson, no es materia y espíritu, sino una totalidad viva, duración, creatividad sin fin, “élan vital”, impulso libre e imprevisible.

Aquí vemos algunos elementos que están presentes como ser, un voluntarismo, un vitalismo, irracionalismo y un subjetivismo exacerbado.

No es de sorprender entonces el rechazo manifiesto a todo concepto de Dios trascendente, a la existencia de un orden natural y a la adecuación de la vida individual y social a una doctrina verdadera. El hombre necesita dar sentido a la vida creando valores, entonces no hay verdad, ni fundamento, ni sentido, ni moral, ni valores religiosos. Sólo hay acción creadora del hombre.

La vida será entonces un devenir necesario y sin sentido determinado por la necesidad del mundo natural y de la voluntad creadora del hombre. Se abre un mundo nuevo, tal como lo definía Nietzsche un mundo sin Dios compuesto por superhombres que se transforman en seres divinos. La muerte de dios es el paso previo y necesario para instaurar una nueva moral, una moral del hombre fuerte que no conoce normas y prohibiciones. Es necesaria la negación de dios para afirmar el poderío del hombre ya que, si hay dios, el hombre no podría ocupar su lugar, y por lo tanto ser creador.

La cuestión aquí es cómo debemos reaccionar los católicos ante esto. Estamos en un mundo cada vez más alejado, de la Verdad y del Tradición; con una iglesia modernista que vive tiempos de confusión y perplejidad. Sin embargo, la respuesta es sencilla: debemos volver a la Tradición y a la doctrina verdadera de siglos pasados. Ella logró sobrevivir a grande calamidades y tiempos de persecución y confusión. Siempre logró permanecer y salir reforzada.

Pero ¿qué hacer entonces?, para responder a ello, culminaremos con unos párrafos de Mons. Marcel Lefebvre en sus Cartas Pastorales:

¿Cuál debe ser nuestra actitud ante ese desbordamiento de impiedad, de odio a Dios y de desprecio por lo más sagrado que el ser humano puede tener?

1° Vengar el honor de Dios por medio de una vida cristiana más intensa,

2° Reparar los pecados de los impíos por medio de una vida de penitencia,

3° Trabajar con todas nuestras fuerzas para instaurar el reino de Nuestro Señor Jesucristo en la sociedad civil y familiar, y evitar que tales males caigan sobre nosotros y nuestros hogares.

Leonardo Olivieri

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Les invitamos a seguir nuestros debates, en los que participa Leonardo, en nuestro canal de Youtube: MR

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Author: Leonardo Olivieri
Tradicionalista Catolico, Licenciado en Ciencia Potitica por la Universidad de Buenos Aires, posgrados en ecomonia e integracion regional. Además músico.