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A los cien años de «Espíritu Paráclito»

Un Papa y una encíclica que cumple cien años, «Espíritu Paráclito», ¿Quieren conocer saber el asunto de la misma?

A los cien años de «Espíritu Paráclito». Un artículo de Miguel Toledano

Seguimos en tiempo de Pentecostés. El Espíritu Santo nos proporciona los dones necesarios para aspirar a la santidad y ayudar a nuestros hermanos en el amor de Dios. El Espíritu de Dios nos ofrece luces para profundizar en nuestra preciosa fe católica.

Cumplidos seis años del inicio de su pontificado, Benedicto XV publicó su séptima carta encíclica, del total de doce que daría a la imprenta antes de su fallecimiento menos de año y medio después.

El asunto sobre el cual el papa genovés deseaba instruir al pueblo cristiano y no cristiano es el de la interpretación de la Sagrada Escritura, presidida por su Doctor Máximo San Jerónimo, autor de la Vulgata.

San Jerónimo explica de modo admirable la inspiración divina de la Sagrada Escritura. De ello se deduce la ausencia de error o engaño en la misma; cabe en ella la diversidad, pero no la contradicción.

Junto con su predecesor León XIII sale al paso el papa della Chiesa de quienes pretenden que en la Sagrada Escritura sólo debe tenerse por cierta la materia religiosa, mientras que lo tocante a disciplinas profanas, como por ejemplo las ciencias físicas o históricas, no gozaría de la misma autoría divina.

Ello diferencia a todos los libros de la Sagrada Escritura de los evangelios apócrifos, que constituyendo obra exclusivamente humana pueden contener narraciones no verídicas al cien por cien.

Benedicto XV sigue también al Doctor Estridonense en su intransigencia frente a los herejes de todos los tiempos, que se apartan de la Iglesia como maestra suprema, dirigida por la cátedra de Pedro, en pos de una “insana libertad de opinar”.

En su época, San Jerónimo y el todavía joven San Agustín fueron los dos grandes baluartes ante la herejía, contra la que lucharon en unión de fuerzas; tales campeones existen en cualquier tiempo, de tal forma que Dios se sirve de ellos para que se preserve íntegro el depósito de la fe.

Hacia el final de la encíclica, recuerda el Santo Padre la necesidad de que las naciones que han abandonado la Iglesia vuelvan a ella. Y, antes que a los herejes protestantes, exhorta a las Iglesias orientales a que cesen en su actitud de hostilidad frente a Roma.

Recomiendan tanto Jerónimo de Estridón como el papa Benedicto la lectura cotidiana de la palabra divina, sobre todo los Santos Evangelios y los Hechos y Epístolas de los Apóstoles. Muy especialmente, el Santo Padre della Chiesa insiste para que los sacerdotes sean estudiosos profundos y constantes de la Sagrada Escritura.

En la interpretación de ésta, señala Benedicto XV como primera regla exegética, siguiendo a su predecesor León XIII, el sentido literal o histórico. Junto a dicha clave interpretativa cabe un sentido más interno, más profundo – el sentido divino, para cuya transmisión pueden haberse utilizarse la analogía y la alegoría; pero éste se debe buscar modestamente, sin caer en la exageración de este segundo método hermenéutico, para no incurrir en un misticismo que pierde de vista la realidad.

En relación con la corrupción de las costumbres denunciada por San Jerónimo, el papa genovés resumía en un maravillosamente simple binomio el primer precepto cristiano: la caridad unida al trabajo. Es necesaria nuestra laboriosidad, pero adornada por el amor y no por la lucha.

Van para mil seiscientos años ya los transcurridos desde el momento en el que se apagó en Belén la voz del santo dalmático, un siglo desde que Benedicto XV lo recordase con su alto magisterio pontificio. Los restos del Doctor Máximo, conservados en la maravillosa basílica romana de Santa María la Mayor junto al pesebre del Nino Jesús, recuerdan a los hombres de todas las naciones la necesidad de seguir el camino de Cristo, a través de su Iglesia Santa, marcado por el estudio de la Sagrada Escritura iluminado por el Espíritu Consolador.

De lo contrario, tendremos primero el caos, en este mundo, y después, el abismo eterno e inhóspito del infierno.

Miguel Toledano

Domingo décimo cuarto después de Pentecostés

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.