La tolerancia de los textos

Por Joseph Pearce, para The Imaginative Conservative

Vivimos en una era de censura. Los libros están siendo prohibidos, si no en forma declarada al menos entonces el curriculum escolar. No están siendo quemados, al menos no oficialmente, pero esto será su destino cuando no por mucho tiempo más sean tolerados en los estantes de las bibliotecas. Para aquellos de nosotros que hemos leído Mil novecientos ochenta y cuatro de George Orwell todo esto es un poco espeluznante. En este libro, el Ministerio de la Verdad es el responsable de remover cualquier indicio de las ideas del pasado de la percepción pública. Hasta el lenguaje es manipulado y alterado por algo llamado “neolenguaje” en el cual las ideas y obras antiguas son desterradas. Y luego existe el uso generalizado del “doblepensar”, en el que se utilizan procesos de pensamiento auto-contradictorio como medio de auto-adoctrinamiento.

Para escribir Mil novecientos ochenta y cuatro Orwell se inspiró, como una sátira de advertencia, en los regímenes totalitaristas que eran rampantes en el siglo pasado: nazismo, fascismo y comunismo. En cada una de estas tiranías fundamentalistas seculares, el “neolenguaje” fue empleado para mantener todo el discurso público dentro de los límites impuestos por las restricciones ideológicas, considerando que el «doblepensar» era el medio que permitía mantener los absurdos lógicos inherentes a los preceptos ideológicos. Esto fue logrado mediante la coerción gubernamental, siendo los ministerios o departamentos de la “Verdad” las agentes y las agencias de propaganda.

Avancemos hacia nuestros días.

El neolenguaje está en todas partes. Por ejemplo, ¿cuándo fue la última vez que palabras tales como “vicio” o “virtud”, o “pecado” y “santidad”, fueron parte del vocabulario aceptable en escuelas públicas? Si los niños nunca escuchan esas palabras, no tendrán noción alguna de cómo estás ideas anticuadas conformaron la cultura del pasado, ni comprenderán el porqué de la cultura de la muerte y de la decadencia en la cual se encuentran inmersos. Creerán que no es algo sobre el pecado, sino sobre sistemas. Y en cuanto al pasado, o no se enseña en absoluto o bien es enseñado a la luz de la “verdad” de que el pasado fue perverso y que careció de las ideas “iluminadas” de nuestro propio tiempo.

En cuanto al doblepensar, se puede apreciar muy descaradamente en la completa falta de tolerancia en nombre de la “tolerancia”. Y esto nos lleva de vuelta a la censura y a los libros prohibidos. No son tolerados los libros que contienen ejemplos de intolerancia intolerable. Los libros para niños más populares de Roald Dahl están siendo censurados para remover palabras ofensivas, tal como “gordo”, mientras que las novelas clásicas como Huckleberry Finn están siendo prohibidas o censuradas por el uso de la palabra n…

¿Qué hacemos con esto?

No hay duda de que la palabra n…es desagradable, incluso teniendo en cuenta el contexto. Pero ¿debieran estar prohibidos los libros porque contienen palabras ofensivas? ¿No sería mejor “editar” estas palabras del texto para hacer las obras más aceptables? ¿Por qué simplemente remover las malas palabras y reemplazarlas con alternativas menos ofensivas?

El problema con esta línea de razonamiento es que la censura y la edición “juiciosa” no conoce límites. Una vez que permitimos que se rescriban los textos clásicos, ellos serán masacrados de múltiples modos, así no contendrán nada que sea considerado como ofensivo a cualquier dominante perspectiva ideológica caprichosa de moda. Todo estará sujeto a las demandas y órdenes del Zeitgeist, quitándole el poder a la literatura para actuar como correctivo al espíritu de la época, o al menos, como una manera de ver cualquier época en particular desde la perspectiva de lo que la trasciende.

Si alguien es tan ingenuo como para creer que la censura quedaría como una excepción y no se convertiría en una regla, solo necesitamos ver lo que sucede con el uso y el abuso de las leyes diseñas para contrarrestar el “odio”. Tales leyes fueron introducidas para contrarrestar el odio, sin embargo hemos visto que desde entonces han sido usadas para oponerse a quienes hablan públicamente sobre materias de moralidad sexual. Ahora en algunos países es ilegal enseñar que las prácticas homosexuales son inmorales, castigadas con prisión si alguien es lo suficientemente imprudente o valiente para desafiar la ley. Podemos ver hacia donde se dirige esto. ¿podría ser prohibida la discusión pública sobre el tema de la vida basado en que los argumentos contra el aborto son ofensivos para aquellos que han abortado?

En medio de esta confusión hay una profunda ironía en el hecho de que los sexualmente promiscuos se hayan convertido en los nuevos puritanos. Son ellos los que exigen la censura de los textos. Todos deben conformarse a su propia y particular forma de moralidad o si no, enfrentarse a ser prohibidos o desterrados. Sin embargo, no hay que sorprenderse porque los nuevos puritanos comparten la misma perspectiva fundamentalista secular de los comunistas y de los nazis. La internacional socialista (comunistas) y los nacionalsocialistas (nazis) comparten más cosas en común que su gran gobierno socialista. Ambas formas de secularismo trataron de controlar a sus pueblos a través de la censura, propaganda, la aniquilación del lenguaje y la intolerancia a la opinión disidente.

Lo que los nazis y los comunistas tienen en común con las nueva generación de puritanos es el pecado general del Orgullo. Así como nos lo recuerda Chesterton, los ángeles pueden volar porque ellos se toman a sí mismos ligeramente, mientras que el demonio cae por la fuerza de su propia gravedad. Aquellos que rechazan la humildad y siguen los credos del Orgullo se toman a sí mismos por lejos demasiado seriamente. La suya es la única perspectiva permisible. Las otras perspectivas con ofensivas y no deben ser toleradas.

Contra tal Orgullo, podemos contar con las palabras atribuidas (erróneamente) a Voltaire: “Puede que no apruebe lo que tu digas, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.”

En el análisis final: la libertad no es posible sin libertad para expresarse, y la tolerancia no es posible sin la tolerancia de los textos con los que desaprobamos. La falta de tal tolerancia conduce a la prohibición de los libros y de las personas. En último término, así como la prueba la historia, conduce a la quema de libros y la ejecución masiva de personas.

La imagen correspondiente es cortesía de Pixabay. y pertenece al artículo original

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