La admiración de un mártir por el Cardenal Mendoza

Los lectores de Marchando Religión ya conocen del mártir don Agustín Rodríguez, gran sacerdote de la archidiócesis primada asesinado por los bárbaros rojos en la Cruzada que siguió a nuestro glorioso Alzamiento Nacional de julio de 1936.

En medio de la labor religiosa e intelectual que desarrolló en la Ciudad Imperial destaca el homenaje dedicado al Cardenal Mendoza a los quinientos años de su nacimiento. Son muchísimos los prelados toledanos que han marcado positivamente la historia de España: San Eugenio, San Ildefonso, San Julián, Jiménez de Rada, Albornoz, Carrillo, Cisneros, Tavera, Silíceo, Carranza, Sandoval, Portocarrero, Lorenzana, Inguanzo, Monescillo, Segura, Gomá, Pla y Deniel.

Y aun con tan prestigiosa competencia merece don Pedro González de Mendoza un puesto prioritario entre tanta eminencia. Hijo del Marqués de Santillana, heredó de su padre el gusto por las letras. Fue cura de Hita con doce años y arcediano de Guadalajara con catorce. Prosiguió su formación en Toledo, antes de cursar seis años en la Universidad de Salamanca.

Pertrechado con el debido bagaje jurídico, a los veinticuatro años ingresa como sacerdote de la capilla real de don Juan II de Castilla en 1424. Dos años más tarde, el monarca lo propone como obispo de Calahorra.

Recién fallecido el Rey, el joven obispo decide trasladarse a la corte, para aconsejar al sucesor, Enrique IV apodado “el Impotente”, quien le nombraría obispo de Sigüenza. Él y toda su familia apoyaron primero la causa de la princesa de Asturias, Juana “la Beltraneja”, gracias a lo cual don Pedro accedió al arzobispado de Sevilla.

Mas durante la Guerra de Sucesión castellana, los Mendoza al completo abandonaron el bando de la Beltraneja por el de su hermanastra Isabel, sometiéndose a partir de entonces con lealtad a la Reina “Católica”. Tanto es así que ella y don Fernando no dudaron en proponerlo como nuevo arzobispo toledano en cuanto la sede primada quedó vacante, en 1482.

A pesar de que nuestro protagonista protegiera a su familia y de que él mismo se convirtiese en el mayor magnate de España después de Isabel y Fernando, don Agustín recuerda que ayudaba a sus adversarios también cuando éstos estaban en situación de desgracia. “Dar es señorío, recibir es servidumbre”, rezaba el lema de los Mendoza; y a él era fiel quien con reconocimiento de su valía había sido nombrado Cardenal de España.

En las artes se prodigó igualmente don Pedro con la magnanimidad que le caracterizaba, construyendo edificios maravillosos en Sigüenza, en Guadalajara, en Alcalá de Henares, en Toledo, en Valladolid, en Sevilla y hasta en Jerusalen. En la capital toledana fue especialmente prolífico, pues gracias a él podemos admirar todavía el ábside del Cristo de la Luz, la verja de la Puerta de la Feria en la Catedral Primada y, por todos los monumentos, el Hospital de Santa Cruz, hoy imponente museo.

Combatió junto a los Reyes Católicos en los frentes de Córdoba, Málaga y Granada, conclusivos de la Reconquista. De la última batalla contra el moro tenemos constancia gráfica en el famoso cuadro que cabe admirar en el salón de conferencias del Senado. Al Cardenal Arzobispo de Toledo, ya frisando la ancianidad, le correspondió el honor regio de ser quien primero entrase en la última plaza nazarí, colocando una cruz plateada sobre la más alta torre de la Alhambra. Dicha cruz se encuentra, medio milenio después, en la Catedral de Toledo, si bien ocupa una elegante sala, el Ochavo, habitualmente vedada a los turistas.

No acabarían ahí los éxitos de don Pedro en esta vida. En el comienzo de la impresionante empresa americana se hallan nuevamente los auspicios del Cardenal, con el aval financiero de toda su familia, los Mendoza. La tradición hasta le atribuye ser el anfitrión del banquete en el que se produjo la legendaria anécdota del huevo; y el prelado toledano insistió muchas veces ante los Reyes sobre el interés de la aventura colombina, evitando que el navegante marchara a Francia a vender su proyecto.

Falleció apenas tres años más tarde, respetado por todos y, en primer lugar, por los Reyes Católicos. Nuestro mártir don Agustín Rodríguez se congratulaba de la existencia de un retrato del Cardenal de España en el Hospital de Tavera toledano – interesante no tanto por la calidad de la mediana ejecución pictórica del cuadro, sino por el halo de santidad con el que el artista lo representó.

Desde 1999 puede admirarse su figura en una magnifica estatua de bronce erigida en Guadalajara, delante del impresionante Palacio del Infantado, símbolo para siempre de la grandeza de su linaje. El escultor Oscar Alvariño Belinchón supo captar el porte histórico del personaje y los vecinos de la capital alcarreña estuvieron a la altura, respondiendo a la cuestación popular de su hijo más insigne.

Miguel Toledano

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.