En el marco de dicha crítica a cargo del Dr. Szilvay se encuentra el análisis del feminismo actual. Esta ideología está obsesionada con que exista una brecha salarial entre mujeres y hombres, mito que desconoce elementos como el número de horas trabajadas, la peligrosidad, la nocturnidad o la experiencia laboral.
Pero a los revolucionarios sociales les va a salir el tiro por la culata, debido a que muchas empresas, para evitar publicar estadísticas que les comprometan, recurrirán a contratar a hombres en vez de a mujeres. Por otra parte, el feminismo difícilmente puede explicar que haya tantas mujeres en sectores como la medicina y la farmacia, que reflejan una especial vocación del sexo débil hacia funciones que consisten en el cuidado de los demás.
En todo caso, los partidarios de la liberación de la mujer desprecian la maternidad como una forma de esclavitud y renuncia absurda a una misma. Para ellos, es incomprensible que el 53% de los votos presidenciales femeninos en los Estados Unidos se dirigiese a favor del candidato conservador Donald Trump, en las elecciones de 2016.
Con posterioridad a la liberación sexual iniciada en 1969, el feminismo se ha vuelto cada vez más puritano. Un ejemplo radical de esta tendencia esquizofrénica es la ley española conocida como “sólo sí es sí”, es decir, que el consentimiento para la realización del acto sexual debe ser explícito, como si un tercero imaginario lo escuchara. Tras esta actitud se esconde un concepto de la sexualidad entendida en ultimo têrmino como aceptación de la dominación patriarcal. En definitiva, refleja una evolución del marxismo desde la lucha de clases a la de sexos.
En las universidades, el talento y la diligencia han sido sustituidos por la adhesión más o menos impuesta a este veneno pseudo-intelectual, conocido como “corrección politica”, o sea, lo contrario a la búsqueda de la verdad.
También las organizaciones internacionales están infiltradas por el mismo totalitarismo dominante. El capitalismo, sistema económico hijo de la Reforma protestante, debe ser ahora bautizado como “woke” para seguir resultando aceptable por la oligarquía mundial y las masas dominadas por la misma. Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), chiringuitos fundamentalmente feministas, juegan un papel cada vez más importante en dicho sistema.
En el Tercer Mundo, tanto la ONU como la Unión Europea chantajean abiertamente a las naciones necesitadas de ayuda humanitaria: o se pliegan éstas a la teoría de género o se les rechazan los fondos con que se compran las conciencias. Por ejemplo, la dedicación exclusiva a la maternidad por parte de la mujer en esos territorios se presenta como una barrera a la participación femenina en la vida social.
Pocos políticos se atreven a discutir esta nueva visión. Uno de ellos es Viktor Orban y su partido, en Hungría, quienes han logrado que la Constitución de 2010 reconozca la protección de la vida desde el instante de la concepción y la definición del matrimonio como una unión que necesariamente ha de producirse entre hombre y mujer.
El bando sodomítico logró un importante triunfo científico en 1973, cuando la Asociación Psiquiátrica Americana retiro la homosexualidad de su lista de desórdenes mentales, eso sí, por apenas un 58% de los votos; sin embargo, muchos psiquiatras discrepan de tal decisión. En 2015, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos determinó la invalidez legal de oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo en la nación norteamericana. Para los católicos, esta práctica constituye un pecado que clama al cielo y que no está justificado por tendencia alguna. Juzgue el lector, pues, la categoría moral de la citada corte judicial.
De la aceptación social de la homosexualidad se pasa a otra aberración comúnmente relacionada con ella, a saber, la pedofilia, por algunos ya redenominada como “intimidad intergeneracional”.
El lenguaje también ha servido para inventar el término ambiguo de “intersexualidad”, que es en realidad una deficiencia congénita de los órganos genitales en la que aparecen elementos propios de ambos sexos y que anteriormente era conocida como hermafroditismo. Esta enfermedad no niega, sino que confirma, que sigue habiendo dos sexos en la especie humana, como sabemos no sólo por la simple observación de la realidad, sino también por la Divina Revelación contenida en el libro sagrado del Génesis.
(Continuará)
Miguel Toledano
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