Mi misal es de 1954. Fue redactado por el P. Luis Ribera, de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María y obtuvo la licencia eclesiástica del entonces arzobispo de Barcelona, Dr. Gregorio Modrego Casaús.
En dicho Misal se afirma que el Romano Pontífice goza del don de la infalibilidad cuando canoniza a una persona, es decir, cuando la reconoce de manera pública como realmente santa. El papa Pablo VI fue proclamado santo por el actualmente reinante papa Francisco el 14 de octubre de 2018, por lo que aceptamos dicha declaración como infalible.
No obstante, ello no nos impide analizar y valorar las transformaciones introducidas por Pablo VI en la liturgia romana durante su mandato, porque verdaderamente de transformaciones debe hablarse, dada la cantidad e importancia de tales cambios.
Comencemos por las posiciones durante la Misa. Antes de la reforma del Novus Ordo Missae, el pueblo debía estar de rodillas al empezar la Misa, en el momento de rezarse “Incarnatus est” durante el Credo, del Sanctus a la Comunión y al darse la última bendición. Esta postura era demostrativa de un mayor fervor por parte del cristiano, en esos cuatro momentos clave de la ceremonia.
Además, en la Misa rezada o privada, el fiel debía arrodillarse desde el principio hasta el primer “Dominus vobiscum” de después de los Kyries y al rezo de los tres Avemarías, aconsejándole que lo estuviera toda la Misa, menos en los dos Evangelios.
A partir de 1970, con la puesta en práctica de la reforma litúrgica se fue imponiendo poco a poco la comodidad, reduciéndose al mínimo esta posición. Ni hablar de arrodillarse en medio del Credo, cuando recordamos que Nuestro Señor se encarnó de Maria Virgen, por obra del Espíritu Santo, y se hizo hombre, momento en que el Verbo de Dios asume nuestra naturaleza para reconciliar a la humanidad perdida por el pecado.
Entre el Sanctus y la Comunión solo ha quedado de rodillas el momento de la Consagración. Incluso, se tolera de forma masiva la costumbre de los que no se arrodillan con ambas rodillas en la Consagración.
En cuanto a ponerse de rodillas durante las bendiciones, de hecho nadie lo practica, a pesar de tratarse de los más relevantes sacramentales y, como tales, signos sagrados, que merecen reverencia.
Curiosamente, en la Misa tradicional se permite a los fieles sentarse en momentos en los que la Misa paulina les exige estar de pie. Fundamentalmente, el motivo no es de mayor o menor respeto, sino que, en ambos ritos, el pueblo sigue al sacerdote.
Así, en la Misa tridentina solemne, los fieles pueden estar sentados al sentarse el celebrante durante el Gloria y el Credo; mientras que, en la Misa reformada, el sacerdote preside la asamblea durante esas dos oraciones, con uno y otros de pie.
Finalmente, en la antigua Misa rezada o privada, los fieles podían sentarse durante las oraciones secretas. Éstas fueron eliminadas por Pablo VI, por razones que se escapan, toda vez que bellamente hacían referencia a los dones o presentes de pan y vino que habían ofrecido los fieles.
Miguel Toledano
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