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Zaqueo

¿Cómo es el proceso de conversión que experimenta Zaqueo? ¿Puede ser el mismo que nos suceda a nosotros?

«Zaqueo», Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

Relato Evangélico (Lc 19, 1-10)

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».


El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más». Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Comentario al Evangelio

Llegando a la Ciudad Santa, Jesús entra en la ciudad de Jericó, en la que le sale al encuentro un hombre llamado Zaqueo, publicano. Este desea por cualquier medio encontrarse con Jesús, pero la muchedumbre se lo impide y por ello, aún a riesgo de su persona, sube a lo alto sicomoro para abordar al Maestro. Para su sorpresa, es este quien lo aborda a Él y le pide que lo acoja en su casa, aun sabiendo el escándalo que producirá entre la gente comer bajo el mismo techo que un publicano, un traidor al pueblo judío y colaborador de los romanos. A Jesús el encuentro con Zaqueo lo permite dejar bien claro cuál es la finalidad de su misión, el sentido último de la Encarnación: el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Él no ha venido para felicitar a los justos por lo bien que lo hacen y olvidarse de los pecadores, como pensaban los fariseos y el pueblo que haría el Mesías; Él ha venido por gente como Zaqueo, por personas que se han alejado del amor de Dios voluntaria o forzadamente, pero que en su interior sienten la nostalgia de Él, el deseo de volver de nuevo a transitar por la senda de la salvación, pero que carecen de la voluntad para dar el paso. Zaqueo quiere ser mejor, pero le cuesta dar el paso, abrirse a Dios y dejarse transformar por Él; pero, es Dios, a través de su Hijo, quien sale al encuentro de Zaqueo, lo llama y le da el impulso que necesitaba para dar el paso que anhelaba. El encuentro transforma a Zaqueo, le cambia totalmente y le abre, no sólo a Dios, sino también a los demás, así, cumple con el precepto divino de amar al Señor sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

Reflexión

Pero Zaqueo no se detuvo por este obstáculo (su riqueza), por lo que se hizo acreedor de la gracia de Dios que ilumina a los ciegos y llama a los que están lejos[1], comenta san Cirilo respecto al Evangelio de este domingo pasado.

En el proceso de conversión, que es lo que experimenta Zaqueo en su encuentro con Jesús, hay un momento decisivo en el cual el hombre debe tomar una decisión radical: no sólo basta querer convertirse, sino que hay que dar el paso para ello. Esta decisión supone una renuncia a aquello que nos ata de modo desordenado a las personas o a las cosas; para Zaqueo este obstáculo eran sus riquezas, mal adquiridas por otro lado, pero bien pudiera haber sido un vicio, una persona o una determinada visión del mundo y de la vida. Él tuvo la valentía, movido por la gracia divina, de romper con esa atadura que le impedía abrirse a la misma, e iniciar un camino de conversión y santidad que de otra forma no habría podido realizar en plenitud. A la experiencia de Zaqueo se le opone la del Joven Rico que, aunque manifestaba una sincera apertura a la conversión, en el fondo, su apego malentendido a las riquezas, le impidió dar el paso que dio aquel, y perdió la oportunidad de dejarse transformar por la gracia divina. La Palabra de Dios nos presenta ambas actitudes para nuestra consideración y nos invita a seguir la primera y rechazar la segunda: no sólo el entusiasmo por salir al encuentro del Señor nos garantiza la conversión, algo que ambos personajes manifiestan; sino la capacidad de sacrificar aquello que puede obstaculizarla (riquezas, honores, estima, afectos, aspiraciones…), cuenta a la hora de responder a la misma, como hizo Zaqueo y no el Joven Rico. Dios quiere salvarnos, pero, como bien dijo san Agustín, no lo quiere hacer sin contar con nosotros: Él suscita el deseo, da la gracia para responder a la llamada y llevarla a plenitud, pero nos deja la última palabra a nosotros, a nuestra libertad para aceptar o rechazar, no sólo su gracia sino también su salvación.

Testimonio de los santos Padres

San Jerónimo (347-420)

Si alguno de vosotros cometiere un adulterio, un homicidio o un sacrilegio -crímenes horrorosos- estos diez mil talentos le serán perdonados cuando lo suplique y perdone los males menores que otro ha cometido contra él.

Catena Aurea

Oración.

Señor y Dios nuestro, que en el madero de la cruz te ofreciste por nosotros pecadores, te damos gracias por esta entrega tan generosa; que, imitándola, sepamos responder con sincero corazón a la llamada que continuamente nos hace para ser santos, como eres Santo. Que vives y reinas. Amen.


Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

[1]Catena aurea.

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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna