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Unidos en la misma Fe

Dejémonos de novedades e improvisaciones y volvamos al catecismo de siempre, esta es la propuesta

Unidos en la misma Fe. Un artículo de Alberto Mensi

A veces nos puede ser difícil comprender lo que fue la Cristiandad, lo que es o debe ser la Cristiandad, estando inmersos en este mundo postmoderno donde sólo importan determinadas formas pero la verdad, lo permanente y trascendente no importan.

La característica principal que ha tenido la Cristiandad y se ha manifestado en ese período mal llamado Edad media, su característica principal ha sido la centralidad de la Fe Católica.

En esa época el aldeano analfabeto o el universitario ilustrado, el último fiel, el sacerdote, el Obispo o el Papa, el artesano, el caballero, el rey o el emperador, todos tenían la misma Fe Católica. Todos compartían la misma Fe.

¿Eran todos santos? No

¿Eran pecadores? Si. Pero todos tenían la virtud de llamar al mal: mal, y al bien: bien.

El que pecaba y a veces seriamente, sabía que eso era pecado, que estaba mal, y que si quería salvar su alma, debía convertirse de ese pecado.

Como decimos habitualmente: el pan era pan y el vino era vino, no te metían gato por liebre.

La unidad de los distintos pueblos que conforman la Cristiandad se da sobre la base de una misma Fe Católica.

¿Era todo un mar de rosas? No

¿Había guerras entre pueblos? Si. Porque el hombre en su condición actual está herido por el pecado original, pero la misma Fe era la base para las treguas y para superar los problemas a pesar de los vicios de unos y otros.

Por este motivo se entiende que llegados al siglo XX ese perverso ideólogo comunista que era Gramsci pusiera todo su esfuerzo intelectual en encontrar los modos para segar todo rastro de Fe y de vida habitual cristiana en la sociedad.

El sabía, con inteligencia diabólica, que destruir la Fe en la vida de la sociedad provocaría el derrumbe de toda la sociedad.

Le resultó relativamente fácil pues ya la sociedad estaba fracturada por el libre examen de Lutero, según el cual Dios inspira a cada uno cómo se debe entender la Sagrada Escritura, y así transformó lo que es la Iglesia de Cristo en una iglesia del libro, con tantas interpretaciones como cabezas hubiera.

División en la fuente de vida, dispersión en sus efectos.

Por ello el Concilio de Trento (1545 – 1563) entre tantas medidas que tomó providencialmente para reordenar la vida de la Iglesia nos dejó dos monumentos: el Catecismo Romano (1566) para explicar claramente la doctrina cristiana, y la llamada Misa Tridentina codificada por el gran Pontífice San Pío V en 15701. Sobre esta base y de la mano de grandes Santos suscitados por la Misericordia Divina se reconstruyó la unidad cristiana aunque dolorosamente quedaron fuera extensos territorios protestantes donde se acabó el sacerdocio, la sucesión apostólica, la Presencia real de Cristo en la Eucaristía y, con el tiempo, siguieron segándose las fuentes de agua viva.

Hija de aquella primera revolución que fue la revuelta Luterana en que se le clavó un puñal a la Iglesia, nació en el siglo XVIII la nefasta Revolución Francesa con su trilema masónico: Libertad, Igualdad y Fraternidad.

La igualdad proclamada en realidad fue aplastar al común de la gente bajo el mando despótico de unos pocos explotadores, la Libertad en realidad era libertad para hacer sólo lo que esos iluminados te dijeran que debías hacer, especialmente liberarte de los mandamientos y de la enseñanza de la Iglesia, y la Fraternidad era el derecho de la muchedumbre exaltada para arrasar con quien pensara distinto.

De esta nefasta revolución francesa surgió el liberalismo político sobre el cual no me voy a explayar hoy pues bastante dice Don Felix Sardá y Salvany en su maravillosa obra “El Liberalismo es pecado”2.

Después de los intentos modernistas dentro de la Iglesia a fines del siglo XIX y principios del XX, cortados de cuajo por San Pio X, se volcaron como aluvión que destruye todo luego de la Segunda Guerra Mundial, en los años 60 y 70, y desde allí con la bandera de “es el espíritu del Concilio” tomaron una pseudo licitud en base a la cual aquella persona que no encajara con estas ideas reformadoras y revolucionarias era y es tan mal visto como un leproso en maya en la playa.

Ya no es que hay una libre interpretación de la Sagrada Escritura sino que hay una libre interpretación de todo lo que existe bajo la luz del sol, un relativismo radical y total.

Por ello a grandes males grandes remedios.

Volver a nuestro lugar de criaturas pecadoras y redimidas por Cristo, agradecidas por ese gran don haciendo obras verdaderas de conversión.

Aferrarnos al Santo Rosario poniéndonos bajo el Manto de Aquella que es la destructora de todas las herejías, que aplastó la cabeza de la serpiente infernal-

Volver a leer y estudiar el Catecismo católico, ordenando nuestro pensamiento según la enseñanza que siempre y en todas partes ha creído y sostenido la Iglesia Católica, dejando de lado los fuegos artificiales de novedades vacías y estériles que tanto abundan en estas últimas décadas.

Volver a la Misa de San Pío V con el sacerdote vuelto en adoración hacia el Señor, respirando esos signos que educan tan maravillosamente en la teología del Santo Sacrificio de la Misa, fuente de todas las demás gracias.

Es sencillo, no tiene ninguna complicación de sentimientos o cosas raras, pero hay que perseverar en ello, día a día, semana a semana.

María Santísima que no hace las cosas a medias, completará en nuestros corazones la obra que Ella ya ha iniciado inspirándonos estas decisiones.

Nos cum prole pía, benedicat Virgo María

Alberto Mensi

1 Por mandato del Concilio de Trento se promulgó este Misal donde se cuida delicadamente la doctrina católica del Santo Sacrificio de la Misa, siendo el rito con el que debían celebrar todos los sacerdotes occidentales, quedando exceptuados solamente los ritos vigentes antes del 1370 (Ambrosiano, Bracarense, Cartujo, Dominico y Carmelita). En este rito se formarán legiones de santos en los próximos siglos.

2 http://www.liberius.net/livres/El_Liberalismo_es_pecado_000001309.pdf Tienen el texto completo para leerlo ustedes mismos

Nuestra recomendación: Alegría o acedia

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Author: Alberto Mensi
Alberto Antonio Mensi (13 julio 1955) Egresado del Liceo Militar Gral. San Martín Profesor de Filosofía Profesor de Ciencias Sagradas Diplomado Universitario en Pensamiento Tomista (Universidad FASTA) Recibió el espaldarazo caballeresco como Caballero de María Reina el 15 de agosto de 1975 Maestro Scout y Formador Scout Católico Casado con María Pía Sernani Padre de cuatro hijos Abuelo de cinco nietos (por ahora)