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Testigos y chismosos

Nuestro querido colaborador, con su buen hacer, haciéndonos siempre ahondar en nuestras faltas, hoy el tema es sobre testigos y chismosos, ¿Quieren saber a qué se refiere?

Testigos y chismosos. Un artículo de Miguel Toledano

Si la semana pasada fue la de los ecos de “Fratelli tutti”, ésta ha sido la de la resaca de las uniones civiles entre homosexuales.

Nosotros ignoramos el ruido y nos centramos en la música.

En el artículo anterior de esta serie, ya avanzamos que volveríamos a dedicar nuestro interés de hoy a una nueva intervención de Francisco contra la maledicencia, un verdadero leit-motiv del actual pontificado.

Concretamente, en el Ángelus de la plaza de san Pedro del 6 de septiembre, el Santo Padre relacionó el instituto de la prueba testifical, en el lado positivo, con el vicio de la murmuración, en el negativo.

El uso de dos o tres testigos es exhortación de Nuestro Señor en la corrección fraterna, confirmando y no negando la práctica de la Ley Antigua de Moisés. Se trata de evitar poner el pecado “delante de todos”, en palabras del Vicario de Cristo; “ir al hermano con discreción, no para juzgarlo, sino para ayudarlo a darse cuenta de lo que ha hecho; es un gesto de fraternidad, de comunión, de ayuda, de recuperación”.

Mucho menos que poner al corregido delante de todos cabe la utilización de falsos acusadores, lo que constituiría una manipulación farisaica del consejo cristiano, una blasfemia contra las mismas palabras de Cristo.

Digo farisaica porque, como ocurrió en las mismas carnes del Salvador, también existen hoy sacerdotes que se creen sumos guías del Sanedrín y que van al hermano para ponerlo delante de todos, para juzgarlo, para excluirlo, para hundirlo, incluso utilizando dos o tres testigos – pero en este caso testigos falsos.

“Pongámonos de acuerdo, tú y yo, vayamos a hablar con esta persona, que está quedando mal, pero vayamos a hablarle como hermanos”, dice el cristiano a sus testigos.

‘’Pongámonos de acuerdo, tú y yo, vayamos a excluir a esta persona, a la que haremos quedar mal, y hablémosla como los tiranos que somos sobre ella”, dice el fariseo a sus secuaces, actuando como falsos testigos.

En la Ley de Moisés, el testimonio de dos o tres era suficiente para la condena. Insistimos que se trata de dos o tres testigos neutrales, sinceros, que actúan con transparencia y equidad, de acuerdo con un procedimiento que garantice la justicia. No, claro es, de la confabulación por medio de un par de sicarios para aprovechar dicha ley veterotestamentaria en perjuicio del inocente.

Frente a esta pedagogía progresiva y equilibrada, espejo de varias virtudes (la caridad y la justicia, entre otras) existe el vicio contrario: Para agredir a la víctima, el murmurador va “a contárselo a los demás”; sus chismes “cierran el corazón de la comunidad”, que es lo que persigue el sectario.

Es decir, nos encontramos en las antípodas del universalismo católico, para adentrarnos en las miserias de la ideología o de la secta; la rica lengua española posee un término suficientemente despectivo para esa caricatura de nuestra religión en la que algunos la convierten, cual es el de “capillita”.

No en vano dice el papa que “el gran chismoso es el diablo, que siempre está diciendo cosas feas de los demás”. Una vez más, el magisterio de Francisco sitúa este pecado en la cima del mal, asociándolo directamente con su más triste representante. Dante no fue mucho más cerca en la descripción infernal de su Divina Comedia.

Sigue con toda razón argumentando el obispo de Roma que la consecuencia de un tal comportamiento es “el alejamiento de los hermanos”. Los hermanos rehúyen al chismoso, temerosos de su cizaña y de su vesania insoportable. Especialmente los jóvenes se alejarán, con escepticismo, de quien así pretendiera representar los derechos de Dios. Como dice el papa, en realidad no es más que un mentiroso y como tal se retrata un día tras otro.

El Covid-19 existe y se ha llevado ya por delante a más de un millón de personas en apenas nueve meses, ante la ineficacia escandalosa de los gobernantes liberales y la asombrosa miopía de los negacionistas. Pero Francisco recuerda que la peste del murmurador es aún “más fea que el Covid”.

Y sin duda el murmurador es feo, aunque a veces se vista de seda; tiene un alma fea y, siendo el alma invisible, él sin embargo se muestra en su fealdad desagradable ante la mayoría de cuantos le rodean.

Termina el magisterio pontificio con otro instituto jurídico y con un firme adverbio que cierra su reflexión ante este importante asunto.

La institución jurídica es la de la apelación, que naturalmente presupone el procedimiento y el fallo previos. Mas incluso cuando se produzca un fallo contrario, el enjuiciado tiene derecho a acudir a una segunda instancia que revise la corrección de su declaración de culpabilidad.

El adverbio es el de “nunca” admitir, en el mensaje cristiano, la murmuración. Francisco se muestra severo en esto, protegiendo con firmeza al inocente ante las maniobras de los chismosos en el seno de la Iglesia. Pobre cristiano es el murmurador; y, a mayor abundamiento, extrañísimo hombre de Dios, por no decir falsario sacerdote de Cristo, es quien se entretiene en hablar desde su sotana en perjuicio del ausente.

Desgraciadamente, yo conozco alguno que otro; llamémosles aquí Catalano y Loderingo (Catalano es más alto y delgado que Loderingo). Aunque, como dice Ende, ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Miguel Toledano Lanza

Festividad de Cristo Rey, 2020

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.