En este mes de agosto, que finaliza hoy, celebramos la memoria de Santo Domingo, fundador de la Orden de los Predicadores y un modelo de santidad difícil de encontrar. Llevar no solo el pan, sino la Palabra de Dios es preocuparse de cuidar del pobre.
Santo Domingo muestra al mundo moderno cómo verdaderamente cuidar del pobre, por Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
El 4 de agosto en el antiguo calendario romano y el 8 de agosto en el nuevo calendario (ver aquí una explicación a esta discrepancia) la Iglesia Católica celebra la memoria de Santo Domingo. Invoca su intercesión y pone enfrente su ejemplo. Tal como los benedictinos, franciscanos y jesuitas en su mejor expresión encarnan la personalidad y espiritualidad de San Benito, San Francisco y San Ignacio, así también, la Orden de los Predicadores lleva en lo más profundo el carácter y el carisma de su fundador, Domingo de Guzmán.
El mismo Santo Domingo es, en muchos sentidos, inimitable. Sus virtudes y dones son tan ricos que él puede ser imitado parcialmente por contados hombres y mujeres, mientras que permanece más allá de ellos como un faro al cual mirar, como el modelo por el cual hay que luchar. Sus propios contemporáneos reconocieron esto. Los registros de la canonización están llenos de testimonios como este:
“El testigo nunca ha conocido a nadie como el hombre de Dios por su continua oración y por la devoción a predicar”.
Parece que esto es verdad en todos los fundadores de las órdenes religiosas. Se podría decir de ellos que pre-contienen en sí mismos el espíritu y el propósito de sus órdenes, por lo que permanecen como los primeros principios, como el sol respecto a la vida en la tierra. Leemos que Santo Domingo era incansable en las labores apostólicas, caminando miles de millas y predicando las buenas noticias, tal como se supone lo deben hacer los hermanos. Sin embargo, también leemos que pasaba horas del día y de la noche en oración contemplativa, un ideal hacia el cual luchan particularmente las hermanas contemplativas y para el cual la vida de los hermanos no es tan adecuada. Los dominicos pueden combinar ambos perfectamente, y ¡la mayoría de sus seguidores son bastante más limitados!
El gran amor de Santo Domingo fue la Verdad, la Palabra de Dios, Jesucristo, el que nos nutre con el divino alimento de la Eucaristía y nos enseña en el humano lenguaje de las Sagradas Escrituras. La expresión de este gran amor fue la constante prédica de esta Palabra en sus palabras y en sus acciones. La meta de su prédica nunca fue nada menos que la conversión: la conversión de los paganos al cristianismo, la de los cristianos tibios a serios, la de los serios a santos.
Los medios que empleó son tan simples como pueden ser: el estudio, con el fin de acrecentar el conocimiento de la verdad; la pobreza, con el fin de ser testigos convincentes de la prioridad de los bienes espirituales sobre los mundanos; la itinerancia, dejándolo a uno libre de ir donde quiera que la demanda lo necesite y, lo más importante, la oración, y así ser transformado por el Amor por se predica.
Tal meta y tales medios obviamente presuponen fidelidad a la Iglesia y a su enseñanza sin la cual el heraldo se convierte en un hereje, el mendicante en un sinvergüenza, el apóstol en un apóstata. Lo más importante, el modo entero de vida tiene que ser “arraigado y cimentado en el amor” (Efesios 3, 17). En el amor de Dios por Su propio amor y en amor al prójimo como imagen de Dios, redimido por la Sangre de Cristo.
Todo lo que sabemos acerca de Santo Domingo nos muestra que fue consumido por el amor a Dios y al prójimo.
Este amor es lo que le daba el arrojo a adaptar la vida religiosa a un nuevo modo, a las nuevas circunstancias de su época, la idea de cómo podría ser hecho, el celo para perseverar a pesar de los obstáculos. Donde quiera y donde sea que los dominicos han florecido, estos han sido sus secretos, estos sus medios, esta su meta, y Dios los ha bendecido.
¿Cuáles fueron las cosas radicales que hizo Domingo? La pobreza mendicante, lo que significa, para ser honestos, mendigar por tu cena. La prédica itinerante, que conmocionó la conexión entre los religiosos y un lugar fijo, entre los sacerdotes y una parroquia o diócesis fija. Permanecer despierto toda la noche en oración y confiar en Dios en cada circunstancia no es, en verdad, menos radical ya que provienen de una fe heroica.
A pesar de sus rutinarias protestas humanitarias el mundo moderno, por el contrario, no está realmente interesado por la difícil situación de los pobres o por el problema de la pobreza, y, tristemente, la Iglesia moderna a menudo parece no estar más interesada en la totalidad en el Evangelio de Cristo o en una seria y disciplinada oración. Sin embargo, siempre habrá personas, especialmente entre los jóvenes, que estén buscando el sentido de la vida, el amor que hace que valga la pena vivir, por la fuente de toda realidad, por la verdad que se eleva por encima de la incesante batahola de la opinión. Si los dominicos hoy pueden ofrecer lo que Domingo ofreció a los hombres de su época, la orden florecería ahora como lo fue en el comienzo y en cada periodo cúspide de su historia. De esta manera, la fidelidad se convertiría en una promesa de crecimiento y de eficacia misionera, mientras que la laxitud, la disidencia y eclecticismo son presagios de irrelevancia, indiferencia y decadencia.
Por más diferente que nuestro mundo pueda ser, aún está sediento de Buenas Nuevas; aún está cometiendo los mismos viejos errores que los hijos de Adán siempre han hecho y aún necesita los mismos efectivos remedios, los cuales nunca lo han cambiado esencialmente.
Peter Kwasniewski
Puedes leer este artículo en su original inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/st-dominic-shows-the-modern-world-how-to-truly-care-for-the-poor
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