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Redención universal

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO. Redención universal. Rev. D. Vicente Ramón Escandell

1. Relato evangélico (Jn 1, 35-42)

El día siguiente, otra vez estaba Juan y dos de sus discípulos: Y mirando a Jesús que pasaba, dijo: «He aquí el Cordero de Dios’. 

Y lo oyeron hablar dos de sus discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: «¿Qué buscáis?» Ellos le dijeron: «¿Rabbí (que quiere decir Maestro) en dónde moras?» Les dijo: «Venid y vedlo». Ellos fueron y vieron en donde moraba, y se quedaron con El aquel día: era entonces como la hora de las diez. Y Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos, que habían oído decir esto a Juan y que habían seguido a Jesús. 

Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: «Hemos hallado al Mesías», que quiere decir el Cristo. Y le llevó a Jesús. Y Jesús le miró y dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan: tú serás llamado Cefas», que se interpreta Pedro.

2. Comentario exegético

El relato es, aunque esquemático, sugestivo. En él se narra el principio de la recluta de los que iban a ser la jerarquía de la Iglesia.

El Bautista puede tener ante sí un auditorio que no precisa. Acaso el anterior de gentes que venían a su bautismo. Sin embargo, se detalla que con él estaban <<dos de sus discípulos>>. Es conocida en el NT la existencia de un circulo de <<discípulos>> del Bautista. Ante ellos, el Bautista, viendo que Jesús <<pasaba>> por allí cerca, <<fijo los ojos en Él>>, y testifico ante estos discípulos que era <<el Cordero (Siervo) de Dios>>. Esta testificación ante estos dos discípulos parece ser un indicio de que estos no estaban con él cuando testifico lo mismo ante un auditorio innominado, ya que, al mostrarlo, así como el Mesías, le hubiesen, probablemente, seguido entonces.

Al punto de <<oír>> proclamar al Bautista a Cristo como el <<Cordero / Siervo de Dios>> (Mesías), <<siguieron a Jesús>>. <<Seguir a uno>>, <<ir detrás de>>, era sinónimo, en los medios rabínicos, de ir a su escuela, ser su discípulo.1

2. Reflexión

pues se ha manifestado toda la gloria de Dios, portadora de la salvación para todos los hombres (…) cuyo Hijo se entregó así mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y para purificar para sí un pueblo escogido, celoso por hacer el bien2.

Hermosas y sabias palabras, queridos hermanos, las que dirige el Apóstol Pablo a su discípulo Tito, obispo de Creta. En ellas, le ofrece una síntesis de la doctrina cristiana sobre la Redención, para que él la transmita a sus fieles.

Y es que Tito hacia recurrido a su padre y maestro para consultarle que debía hacer con algunos de sus fieles que negaban la universalidad de la Redención de Cristo. Estos, siguiendo las doctrinas de los gnósticos, que afirmaban que Cristo había muerto sólo por unos pocos, estaban poniendo en peligro la unidad de fe y vida de su comunidad.

A la consulta de su discípulo, el Apóstol le responde con la doctrina que él mismo le ha enseñado, y sobre la que ha fundado sus comunidades: universalidad de la Redención; donación que Cristo hace de sí mismo; redención de toda iniquidad; purificación y apropiación del pueblo.

De esta manera, el Apóstol salía al paso de quienes, cegados por una falsa sabiduría, afirmaban que Cristo había muerto por la salvación de los predestinados o en favor de los fieles, de los miembros de la Iglesia. Sin embargo, como él jamás se cansó de repetir la salud que Cristo nos traía alcanzaba a todos los hombres de cualquier condición, pues (…) ‘en Cristo no hay hombre ni mujer, gentil ni judío, siervo ni libre’.3

De tal manera que Cristo, desde el primer momento de su existencia terrena se dio a conocer a todas las condiciones de hombres, pues, como dice san Agustín en su sermón de la Epifanía, “los pastores eran israelitas; los Magos gentiles. Aquellos eran cercanos, estos vinieron de lejos. Unos y otros concurren como a la piedra angular4.

San Pablo confirma así la fe de su discípulo, y en ella, la nuestra, acerca del misterio de la universalidad de la Salvación. Sin embargo, el Apóstol, exhorta a Tito a no bajar la guardia, a no confiarse vanamente. Así, junto al recuerdo de la doctrina de la universalidad de la Redención, el Apóstol exhorta a su discípulo a negar la impiedad y los deseos del mundo, para que vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo5, para alcanzar la salvación.

Pues, si bien, Cristo murió por todos, es necesario que cada hombre quiera aprovecharse de ese sacrificio redentor, apropiándose de él mediante la fe y la guarda de sus mandamientos. Así lo expresaba el apóstol san Juan en su Evangelio: Tanto amo Dios al mundo que dio a su Hijo único para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna6; doctrina que viene confirmada por el propio Apóstol que, en su carta a los Hebreos, exhorta a estos afirmando que Cristo llevado a la consumación, se convirtió para todos los que le obedecen, en autor de salvación eterna7.

De esta manera San Pablo asienta firmemente la doctrina sobre la Redención, alejándola del exclusivismo de los gnósticos, pero también de aquellos que, llevados de una errónea comprensión del mismo, hacen de esta algo tan inclusivo, tan general, que parece no exigir la adhesión personal a Cristo por la fe y las buenas obras. Cuando no es así, pues, las virtudes cristianas sobre las que se asienta el obrar cristiano, sólo hayan en Cristo su fundamento y sentido; sólo los méritos de la Pasión y Muerte de Cristo, aplicados particularmente a cada hombre que lo reconoce como Dios y Redentor, pueden hacer meritorias nuestras obras ante el Padre, que en ellas reconoce el obrar de la gracia de su Hijo, derramada en cada alma por el Espíritu Santo.

En su despedida, Pablo vuelve a recordar a Tito su doctrina, una doctrina que es necesario meditar cada día, para que, no dejándonos llevar de cualquier viento de doctrina, nos adhiramos fielmente, en el ser y en el obrar, a Nuestro Señor y Redentor que se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras. De esto es de lo que has de hablar. Exhorta y reprende con toda autoridad. Que nadie te menosprecie.8

4. Testimonio de los Santos Padres

SAN AGUSTIN DE HIPONA (354-430)

<<Aquí se habla del único Cordero sin pecado; no de aquel que ha sido lavado de manchas, sino del que ha estado exento de ella. Se habla aquí en singular del Cordero de Dios, porque únicamente con su sangre podrían ser redimidos los hombres. Este es el Cordero a quien temen los lobos y que después de muerto mató al león.>>

In Ioannem, tract. 7

5. Oración

Señor y Dios nuestro, que te ofreciste al Padre como sacrificio expiatorio por los pecados de los hombres; haz que, por la constante meditación del mismo, nos adhiramos cada vez más a Ti y en Ti al Padre. Que vives y reinas. Amén.

Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

1 PROFESORES DE SALAMANCA: Biblia Comentada: Evangelios (Vb), p. 291

2 Tit 2, 11.14

3 ST III 36, 3

4 ST 36, 3

5 Tit 2, 12

6 Jn 3, 16

7 Heb 5,9

8 Tit 2, 11-14

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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna