Se podría decir que el “ministerio femenino” es otro clavo más en el féretro del Novus Ordo, separándolo aún más del patrimonio del culto del rito Latino
El Papa Francisco, con la inclusión del “ministerio femenino”, continúa con su modelo de ruptura, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
No estoy entre aquellos que dijeron que sabían, en el momento en que Jorge Mario Bergoglio salió a la logia de San Pedro, que estábamos en un momento terrible. Sin embargo, al primer año era casi evidente que los cardenales habían elegido a un modernista, a un defensor de la ruptura, de la teología de la liberación y del socialismo. Y con el pasar de los años, se fue haciendo cada vez más evidente que su pontificado encarnaría las peores tendencias de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, aunque sin sus cualidades a su favor.
La decisión del Papa Francisco de modificar, con motu proprio Spiritus Domini, la ley canónica de modo que los “ministerios” de lector y acólito sean ahora abiertos a las mujeres encaja perfectamente en este más amplio patrón de ruptura de la tradición católica. Mientras que con anterioridad a las mujeres se les permitía leer las lecturas y ayudar en el altar, la ley canónica permitía solo a los hombres (viri) “instalarse”, de una manera permanente y estable como lectores y acólitos. Se podría decir que esto es otro clavo más en el féretro del Novus Ordo, separándolo aún más del patrimonio del culto del rito Latino.
Durante más de 1700 años, la Iglesia Romana conoció la existencia de cuatro “órdenes menores” (portero, exorcista, acólito y lector) y tres “órdenes mayores” (subdiaconado, diácono y sacerdote). Todos estos roles son o también tienen implicaciones litúrgicas, y por lo tanto eran reservadas a los hombres. Pablo VI intentó abolir las órdenes menores y reemplazarlas con lo que él llamó los “ministerios” de acólito y lector, pero manteniendo alguna apariencia de continuidad, también lo limitó a los hombres. En un nivel inferior, desde luego, el mismo tipo de desobediencia que condujo a la comunión en la mano, condujo también al uso rutinario de mujeres y niñas como servidoras y lectoras (i.e., no oficialmente instituidas acólitos y lectores). Juan Pablo II, en una de las peores movidas de su pontificado, reconoció la práctica como permitida, pero no necesaria.
Así, mientras el motu propio del Papa Francisco puede parecer un tecnicismo, y seguramente no tendrá efecto en todos aquellos lugares en el mundo donde el santuario está ya casi invadido de féminas, representa, en efecto, un cambio tectónico ya sea en la teología como en la práctica. Por primera vez en la historia Francisco está diciendo que la Iglesia Católica oficialmente instituiría a las mujeres como ministros litúrgicos, es decir, no como sustitutos de los ministros, sino como ministros simplemente hablando.
Si bien tal decisión lógicamente no exige una apertura a las mujeres diáconos o sacerdotes, es, al mismo tiempo, entendible solo en el contexto del extendido feminismo que ha equiparado el valor de las mujeres con su ascenso a roles tradicionalmente reservados a los hombres. En este sentido, continúa avivando las llamas de un falso igualitarismo que nunca parará de reclamar por el diaconado y el sacerdocio para las mujeres.
Además, refleja una incapacidad para entender porqué los ministerios son reservados a los hombres en primer lugar y porqué la inclusión de las mujeres en estos roles es contraria a la misma naturaleza y estructura de la liturgia católica. Muchos han demostrado estos puntos por años. Yo mismo lo he hecho en varios artículos que ahora adquieren una nueva relevancia:
“¿Debieran ser las mujeres lectoras en la Misa?”
«Realismo encarnado y sacerdocio católico»
“Una carta modelo sobre la Restauración del Servicio del Altar exclusivamente para los hombres”
“Sobre el Status de las Órdenes Menores y el Subdiaconado”
Leila Marie Lawler comentaba en Facebook:
“Soy una dueña de casa. No soy una académica. Pero puedo leer. Ningún teólogo o académico que yo sepa (y si no, demuéstrenme lo contrario) leyó Querida Amazonia e informó sobre LO QUE NO DICE. No hace mención de la familia y al irremplazable rol de la mujer en ella, como lo ha hecho toda reflexión anterior sobre la Iglesia en mundo. No menciona a las madres y su rol en la formación de los hijos. No menciona a los padres como proveedores y protectores. Pero sí habla de la mujer como una especie de agente apostólico paralelo a la que se le debiera reconocer como tal. En otras palabras, habla muy claramente a aquellos que tienen oídos para escuchar, de una nueva eclesiología en la que los tradicionales apóstoles, hombres que son sacerdotes, deben ceder el paso y trabajar, muchas veces bajo y con mujeres en roles apostólicos. Esta visión eclesiológica es la que está detrás de la carta del cardenal Ouellet acerca de asignarles roles iguales a las mujeres en los seminarios. Y está detrás de esta movida reportada aquí (El Papa Francisco hace referencia a QA en su carta a la CDF) para codificar en la Ley Canónica el establecido rol de larga data de las mujeres como lectores, y las mujeres y las niñas como acólitos (Como siempre pasa con los progresistas, la práctica precede a la legislación formal.)
Así que no. Querida Amazonia no fue otra anodina carta que probaba que los ortodoxos necesitaban disculparse por su preocupación acerca de las tendencias destructivas del Papa Francisco. Fue, de hecho, una cuña más en la moderna fisura amenazando al baluarte, la Iglesia. Cuando las mujeres comiencen a pensar en su “dignidad bautismal” como probada en el santuario, el trabajo de estos pastores corruptos habrá sido consumado.
Aparte de su atroz salida de la tradición católica, que aparentemente no es un problema en la mente de un papa que ya modificó el catecismo de la Iglesia universal sobre una materia de no poca importancia, es probable que muchos problemas prácticos emanen de este último cambio en la ley canónica.
En los Estados Unidos, aquí y allá en cualquier parte del mundo, hemos visto un lento retorno a la costumbre del servicio del altar reservado solo para los hombres, lo cual incluso bajo Spiritus Domini, sigue siendo totalmente legítimo (ahí no se requiere que las mujeres sean lectores, acólitos, o servidores). Tener solo varones en el santuario no es la práctica mayoritaria, sin duda, pero ha mostrado una fuerte tendencia a reafirmarse. Este nuevo motu proprio equipará a los obispos y pastores liberales con una fuerte herramienta para oponerse a tales esfuerzos. De acuerdo con la ley litúrgica que gobierna el Novus Ordo, si un lector o acólito instituido está presente, él (o ella ahora) debe ser usado en preferencia a cualquier otro. Previamente, la decisión de usar lectores mujeres o servidores era dejada al sacerdote en particular, pero el cambio de la ley del Papa Francisco podrá ser utilizada para “plantar” acólitos femeninos y lectores en parroquias para que deban ser empleadas. Esta sería una manera efectiva de terminar con los esfuerzos de restaurar una práctica más tradicional.
Algunos católicos apegados a la Misa Tradicional en latín se han preguntado si este cambio de la ley les afectará.
La respuesta es no, porque, al menos por ahora. Esta auténtica forma del rito Romano está gobernada por sus propias leyes, es decir, aquellas que estaban vigentes en 1962 (y, progresivamente, por las costumbres existentemente antes de 1955). Por lo tanto, así como la comunión en la mano y “los ministros extraordinarios de la sagrada comunión” son imposible de introducir en la MTL, así también las reglas sobre los lectores y acólitos no puede afectarla, ya que ellas son preparados solo para el Novus Ordo.
Cuando dije anteriormente que el Papa Pablo VI “intentó abolir las órdenes menores”, elegí mis palabras cuidadosamente: el hecho que las órdenes menores continúen siendo conferidas en las ordenes sacerdotales y en las comunidades religiosas que hacen uso del rito romano clásico indica que ellas no han sido, de hecho, abrogadas, más de lo que el mismo usus antiquior. En resumen: cada una de las dos “formas” del rito romano tiene su legislación litúrgica específica y las dos nunca se mezclarán. Me parece mucho más probable que el Papa Francisco, o un futuro Papa, intentaría prohibir el usus antiquior por completo más que ordenar que las rúbricas o leyes del Novus Ordo sean observadas en la celebración del rito antiguo. (Una vez más, yo digo “intentar” porque sería imposible para un Papa prohibir la liturgia inmemorial de la Iglesia Romana por más fulminante que fuera.)
Dada esta decisión, los conservadores pueden decir adiós a su sueño de reestablecer la continuidad entre la inmemorial tradición litúrgica latina y el nuevo y valiente mundo del Novus Ordo. Francisco ha indicado – de hecho diría que ya todos los Papas desde la reforma lo han indicado – que a ellos no les importa nada tal continuidad en sí y de sí, en su raíz más profunda, y en el mejor de los casos unas pocas reminiscencias del pasado podrían ser toleradas para aquellos que les “gustan” tales cosas. Pero esto no es sobre “olores y campanas”, esto es, y siempre ha sido, sobre la vinculación inseparable entre la lex orandi y la ley credendi, el contenido de nuestro culto y el contenido de nuestra fe.
Gracias, Papa Francisco, por una vez más recordarnos que lo que necesitamos no es una “hermenéutica de la continuidad” a merced de sus intrépidos hermeneutas, sino simplemente la realidad de la tradición, la que usted y todos los modernistas desprecian.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo sobre el ministerio femenino en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/pope-franciss-inclusion-of-female-ministries-continues-his-pattern-of-rupture
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