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Lo que los católicos creen acerca de la Biblia

Parece que en estos tiempos modernos muchos católicos creen acerca de la Biblia aquello que les parece y no lo que el Magisterio y la Tradición enseñan sobre ella.

Los protestantes podrían sorprenderse de lo que los católicos realmente creen acerca de la Biblia, por Peter Kwasniewski para LifeSiteNews

Recientemente el Superior General de los Jesuitas, el padre Arturo Sosa Abascal, declaró que “el demonio solo existe como una realidad simbólica”. Él mismo ha dicho cosas similares en el pasado. También fue noticia en 2017 cuando aseveró, concerniente a la condenación de Cristo al divorcio y a los vueltos a casar, que nosotros no podemos saber con seguridad que Jesús realmente lo dijo porque nadie lo registró en el acto.

Estas y otras anotaciones similares dejan en claro que al menos este Jesuita no cree en que las Sagradas Escrituras – la cual enseña manifiestamente tanto la realidad del demonio y lo pecaminoso del divorcio y de la vuelta a casar – son realmente la palabra de Dios, inspirada por Él y del todo libre de error.

Es sorprendente como uno escucha con frecuencia hoy en día a católicos y protestantes contrastados de la siguiente manera: es como si los “evangélicos” o los “fundamentalistas” protestantes creyeran que la Biblia es todas esas cosas, mientras que los católicos creen que es un interesante registro de las experiencias religiosas de ciertos hombres y mujeres en un largo periodo de tiempo. Un testimonio de su “peregrinaje” o “viaje de fe” a través del cual podemos aprender algunas cosas buenas que, debidamente modificadas y actualizadas, son aplicables a nuestras propias vidas. Los protestantes ven las Sagradas Escrituras como oro sólido, mientras que los católicos las ven como (mayoritariamente) confiables en los grandes asuntos, pero vagas en los detalles, donde lo importa tanto.

Esta es una totalmente defectuosa descripción de la doctrina católica. De hecho, se ajusta a la perfección con la descripción dada por San Pío X al Modernismo.

El Papa León XIII enseñó en su encíclica de 1893 Providentissimus Deus:

“pero lo que de ninguna manera puede hacerse es limitar la inspiración a solas algunas partes de las Escrituras o conceder que el autor sagrado haya cometido error. Ni se debe tolerar el proceder de los que tratan de evadir estas dificultades concediendo que la divina inspiración se limita a las cosas de fe y costumbres y nada más, porque piensan equivocadamente que, cuando se trata de la verdad de las sentencias, no es preciso buscar principalmente lo que ha dicho Dios, sino examinar más bien el fin para el cual lo ha dicho. En efecto, los libros que la Iglesia ha recibido como sagrados y canónicos, todos e íntegramente, en todas sus partes, han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo; y está tan lejos de la divina inspiración el admitir error, que ella por sí misma no solamente lo excluye en absoluto, sino que lo excluye y rechaza con la misma necesidad con que es necesario que Dios, Verdad suma, no sea autor de ningún error”. (las negritas son nuestras)

Providentissimus Deus, 45

El mismo Papa nos recuerda que esta es una antigua e inmutable fe de la Iglesia, como fue definida solemnemente en tres concilios ecuménicos: Florencia, Trento y Vaticano I. Cita entonces la Constitución Dogmática sobre la Fe Católica del Vaticano I:

               Los libros íntegros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, según están enumerados en el decreto del mencionado concilio [Trento] y como se encuentran en la edición de la Antigua Vulgata Latina, deben ser recibidos como sagrados y canónicos. La           Iglesia estos libros por sagrados y canónicos no porque ella los haya aprobado por su autoridad tras haber sido compuestos por obra meramente humana; tampoco simplemente porque contengan sin error la revelación; sino porque, habiendo sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor y han sido confiadas como tales a la misma Iglesia.

Dei Filius cap. 2 n.14)

Habiendo citado el Vaticano I, el Papa León continúa explicando que, ya que el autor primario es Dios, esto significa que los verdaderos, pero secundarios autores humanos no podían haber “interferido”, por así decirlo, en la proclamación de la verdad de Dios, por más que mucha de su personalidad pueda haber coloreado la manera o el estilo en el cual fue escrita:

               Por lo cual nada importa que el Espíritu Santo se haya servido de hombres como de instrumentos para escribir, como si a estos escritores inspirados, ya que no al autor principal, se les pudiera haber deslizado algún error. Porque El de tal manera los excitó y movió con su influjo sobrenatural para que escribieran, de tal manera los asistió mientras        escribían, que ellos concibieran rectamente todo y sólo lo que Él quería, y lo quisieran fielmente escribir, y lo expresaran aptamente con verdad infalible; de otra manera, El no sería el autor de toda la Sagrada Escritura… Síguese que quienes piensen que en los lugares auténticos de los libros sagrados puede haber algo de falso, o destruyen el concepto católico de inspiración divina, o hacen al mismo Dios autor del error.

Providentissimus Deus, 46-47

Se dice con frecuencia que el Papa Pío XII ha “suavizado” o “modificado” las afirmaciones anunciadas por el Papa León XIII pero, al menos sobre la cuestión de la autoridad absoluta y de la veracidad de la Biblia de estar libre de error, Pío XII enseña exactamente la misma cosa, algo que sorprenderá solamente a aquellos que esperan que los Papas estén en desacuerdo unos con otros sobre materias de fe, lo cual, desde luego, es imposible. (Y la única cosa que mostraría es que el último Papa está equivocado) Él comenzó su encíclica de 1943 Divino Afflante Spiritu citando y coincidiendo con el Vaticano I y León XIII justo sobre estos puntos. Más tarde el observa: “Porque a la manera como el Verbo sustancial de Dios, se hizo semejante a los hombres en todo “excepto el pecado” (Hebreos 4, 15), así las palabras de Dios expresadas por lenguas humanas, se han hecho en todo semejante al humano lenguaje, excepto en el error”. (n. 24) El “exégeta católico”, dice el Papa, “al exponer la Sagrada Escritura y mostrarla y probarla inmune de todo error”. (n. 25)

La Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Divina Revelación Dei Verbum de 1965, establece:

Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación. Así, pues, «toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena» (2 Tim., 3,16-17) (las negritas son nuestras)

Algunos han tratado de torcer estas palabras diciendo que las Sagradas Escrituras están libres de error solo en lo que respecta a “las verdades pertinentes a la salvación”, como si existieran elementos en las Sagradas Escrituras completamente desconectados o indiferentes a la salvación. Esta interpretación de Dei Verbum, sin embargo, se descarta por tres razones: primero, la Constitución enseña que todo lo afirmado por los autores debe ser tenido como afirmado por el Espíritu Santo, que es el Espíritu de la verdad; segundo, la bien escogida cita de 2 Timoteo enfáticamente dice “toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir”; y tercero, la nota a pie de página dada por el Concilio en este punto nos lleva a exactamente los pasajes de Trento, León XIII y Pío XII que han sido citados arriba ( sumados a algunos pasajes igualmente esclarecedores de Agustín y Aquino)

En resumen: la Iglesia Católica Enseña que las Sagradas Escrituras son escritas por Dios como autor primario y por hombres como verdaderos autores secundarios,

“instrumentos inteligentes” empleados por el Señor para transmitir un mensaje que, correctamente entendido, es una eterna y única verdad. Las Escrituras son una verdad como un todo y en todas sus partes, de acuerdo al significado que sus autores ( primario y secundario) procuran para esas partes. Los católicos, por lo tanto, aceptan el significado literal de cada pasaje de la Biblia, pero no de acuerdo a la superficial noción de lo que “literal” significa, sino con una comprensión matizada de lo que la “letra”, esto es, el significado pretendido por el autor realmente es en ese o este pasaje (ver el buen tratamiento de esto en el Catecismo de la Iglesia Católica, n°s 105-119)

Desde luego que es verdad que la Biblia no se interpreta a sí misma y que contiene muchos pasajes desafiantes por su oscuridad filológica, por una falta de conocimiento histórico de nuestra parte, o por aparentes contradicciones. Pero sabemos, a partir de las mismas Escrituras, de la Tradición y del Magisterio, que no existen reales contradicciones en la Biblia (como, por ejemplo, San Pablo y San Juan en el Nuevo Testamento). No existen, de hecho, afirmaciones que sean objetivamente incorrectas ni una oscuridad tal que nos impidiera tener acceso a la verdad que nos salva, tal como San Agustín nos lo recuerda, que nada de importancia salvífica se enseña oscuramente en la Biblia en una otra parte si no también se enseña abierta y claramente en otro lugar.

Siendo así las cosas, no podemos simplemente prescindir de la ayuda de los Padres de la Iglesia, de los grandes exégetas de la Edad Media y de la guía de los Papas y de los concilios sobre materias dudosas o controversiales. Pero esto está lejos de decir que las Escrituras en sí tienen errores u omisiones sustantivas que son posteriormente corregidas por la sabiduría humana, como en la falsa noción de “desarrollo de la doctrina” tan popular entre los progresistas de hoy.

Para los católicos, las Escrituras son inspiradas por Dios en cada palabra y en cada página. Es inerrante, esto es, libre de cualquier error de cualquier tipo.  Posee el fundamento más seguro que cualquier fuente meramente humana de conocimiento. Es una guía infalible para la fe y la vida, de tal modo que cuando entendemos su enseñanza y la seguimos estamos seguros de ir nunca por mal camino. ¿Debería sorprendernos entonces que cada gran santo de la Iglesia Católica la haya hecho de la lectura en oración, confianza y humildad (lectio divina) la parte básica de su rutina diaria de oración? Parece que el padre Arturo Sosa Abascal podría aprender una o dos cosas de los santos, comenzando por San Ignacio de Loyola.

Los lectores que estén interesados en una más completa exposición de estos puntos puede encontrar útil mi artículo en OnePeterFive, “La inspiración e inerrancia de las Sagradas Escrituras.”

Peter Kwasniewski

Puedes leer este artículo en su original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/protestants-might-be-surprised-at-what-catholics-actually-believe-about-the-bible

No te marches de nuestra página luego de haber leído este interesante artículo acerca de la Biblia, sin leer este otro artículo del Profesor Kwasniewski sobre el mismo tema.

https://marchandoreligion.es/2019/09/por-que-la-palabra-de-dios-para-los-catolicos-no-solo-es-la-biblia/

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Profesor Peter Kwasniewski: (Chicago, 1971) Teólogo y filósofo católico, compositor de música sacra, escritor, bloguero, editor y conferencista. Escribe regularmente para New LiturgicalMovement, OnePeterFive, LifeSiteNews, yRorateCaeli. Desde el año 2018 dejó el Wyoming CatholicCollegeen Lander, Wyoming, donde hacía clases y ocupaba un cargo directivo para seguir su carrera como autor freelance, orador, compositor y editor, y dedicar su vida a la defensa y articulación de la Tradición Católica en todas sus dimensiones. En su página personal podrán encontrar parte de su obra escrita y musical: https://www.peterkwasniewski.com/