La enclíclica Summi Pontificatus es un permanente registro de la sólida enseñanza católica sobre el verdadero significado de la fraternidad humana.
Pío XII: este gran Papa del siglo 20 explicó con detalle que lo realmente significa la fraternidad humana, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
En nuestro tiempo la frase “paz mundial” y “fraternidad humana” están constantemente en los labios de las personas. A menudo se tiene la sensación de que la frase no solo ha perdido su significado original, el cual era cristiano o compatible con el cristianismo, sino que también se ha convertido en una palabra clave para los errores frente a los cuales la Iglesia se opone y debe oponerse. Peor aún, parece que con demasiada frecuencia los miembros de la jerarquía de la Iglesia usan estos eslóganes mientras firman acuerdos y se dan la mano (o quizás se golpean con los codos) con las hegemonías globalistas que usan coronas invisibles de enorme poder financiero e influencia política tras bambalinas.
Hubo una vez un tiempo cuando los Papas pensaban, hablaban y actuaban más independientemente, basándose en tres milenios de pensamiento cristiano, judío y pagano, dándole voz a la ley natural y a la ley divina.
Considerando la precaria paz de Europa hecha pedazos mientras las dictaduras de izquierda y derecha arrojaban sus armas a la batalla, el Papa Pío XII (1939-1958) usó la ocasión de su encíclica inaugural Summi Pontificatus, promulgada el 20 de octubre de 1939, para exponer la visión católica de los principios de unidad que enlazan a los hombres y naciones y para implorar al mundo, por amor a la paz, a que regrese a las saludables enseñanzas de la Iglesia sobre las realidades políticas. Después de una introducción, en la cual el Papa recordando la consagración de la humanidad a Cristo Rey por León XIII cuarenta años antes, señala su intención de consagrar su pontificado a la promoción del reino de Cristo en el mundo, afirmando el motivo principal:
“Ahora bien, el nefasto esfuerzo con que no pocos pretenden arrojar a Cristo de su reino (…) es la raíz de los males que precipitan a nuestra época por un camino resbaladizo (…) Por lo cual, la reverencia a la realeza de Cristo, el reconocimiento de los derechos de su regia potestad y el procurar la vuelta de los particulares y toda la sociedad humana a la ley de su verdad y de su amor, son los únicos medios que pueden hacer volver a los hombres al camino de la salvación.”
Summi Pontificatus, (§15; cf.71)
Desde el principio Pío XII dejó en claro que él ve el reinado de Cristo como perteneciente no solo a los individuos, sino también a las sociedades, como su predecesor Pío XI lo había enfatizado en su encíclica Quas Primas de 1925. Summi Pontificatus procede a hacer una crítica de los “errores populares modernos” (§19)
“(…) la fuente primaria y más profunda de los males que hoy afligen a la sociedad moderna brota de la negación, del rechazo de una norma universal de rectitud moral, tanto en la vida privada de los individuos como en la vida política y en las mutuas relaciones internacionales; la misma ley natural queda sepultada bajo la detracción y el olvido. Esta ley natural tiene su fundamento en Dios, creador omnipotente y padre de todos (…)»
Summi Pontificatus, §20; 21
El Papa recuerda “las tinieblas invadieron toda la superficie de la tierra” que acompañaron a la muerte de Jesús (Mateo 27, 45) como un “terrible símbolo” de los efectos de desterrar a Cristo de la vida pública. (§23).
La paz de las naciones se perturba por encima de todo por dos errores:
“El olvido de aquella ley de mutua solidaridad y caridad humana impuesta por el origen común y por la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres (…) y por el sacrificio de la redención, ofrecido por Jesucristo (cf. §28).” Y “no menos nocivo para el bienestar de las naciones y de toda la sociedad humana es el error de aquellos que con intento temerario pretenden separar el poder político de toda relación con Dios, del cual dependen, como de causa primera y de supremo señor, tanto más cuanto que desligan el poder político de todas aquellas normas superiores que brotan de Dios como fuente primaria (…) (§39ff.)”
Summi Pontificatus
En la primera parte, Pío XII identifica las fuentes de la objetiva unidad de la especie humana (§ 29- §34). En Adán y Eva, Dios Trino creó la humanidad haciéndola a su propia imagen y semejanza. De esta pareja desciende la especie humana. Todos los miembros de esta especie tienen la misma naturaleza metafísica, compuesta de materia, un cuerpo perecible, y una espiritual, un cuerpo inmortal. Todos viven juntos en la misma tierra, gozando de los mismos derechos de dominio sobre ésta. Todos comparten el mismo fin y misión en el mundo. Todos están llamados al mismo fin último, la felicidad divina, por los mismos medios: la Iglesia y sus sacramentos. En el Hijo de Dios todos los hombres son creados, por Su sangre redimidos, por Su gracia santificados, por Su amor facultados para amar.
“(…) si consideramos atentamente esta unidad de derecho y de hecho de toda la humanidad, los ciudadanos de cada Estado no se nos muestran desligados entre sí, como granos de arena, sino más bien unidos entre sí en un conjunto orgánicamente ordenado, con relaciones variadas, según la diversidad de los tiempos, en virtud del impulso y del destino natural y sobrenatural.”
Summi Pontificatus, §34
Solo en la Iglesia Católica y en la civilización inspirada por ella puede que diferentes naciones, razas y culturas trabajen juntas pacíficamente, compartiendo sus diversos dones para la edificación de la especie humana. Apartados de la Iglesia, el pluralismo se torna antagonismo (§35–§38). Donde quiera que la Iglesia ha ido, ha esparcido paz difundiendo el conocimiento y el amor de Dios. La “corruptora falsedad del viejo paganismo” (§23) de los tiempos modernos hace lo contrario: al negarle a Dios a su Ley un lugar reinante, un lugar regulativo en la vida social, ahoga nobles aspiraciones, nutre el egoísmo y provoca conflicto.
Esto nos lleva al segundo error, que es el objeto de las más vehementes condenaciones del Papa: el totalitarismo.
“Despreciada de esta manera la autoridad de Dios y el imperio de su ley, se sigue forzosamente la usurpación por el poder político de aquella absoluta autonomía que es propia exclusivamente del supremo Hacedor, y la elevación del Estado o de la comunidad social, puesta en el lugar del mismo Creador, como fin supremo de la vida humana y como norma suprema del orden jurídico y moral; prohibiendo así toda apelación a los principios de la razón natural y de la conciencia cristiana.”
Summi Pontificatus, §40
Nadie en 1939 pudo equivocarse al ver que Pío XII estaba hablando sobre todo a los Nacionalsocialistas de Alemania, a los fascistas de Italia, y al comunismo militante de la Unión Soviética, y su posición nunca fue suficientemente estimada por estos regímenes, que hicieron todo lo que estaba a su alcance para frustrar los esfuerzos del Papa.
Pío XII entonces evocó la enseñanza de León XIII sobre el auténtico propósito del Estado:
“facilitar a la persona humana, en esta vida presente, la consecución de la perfección física, intelectual y moral y para ayudar a los ciudadanos a conseguir el fin sobrenatural.”
Summi Pontificatus, §44
En consecuencia,
“el Estado, por tanto, tiene esta noble misión: reconocer, regular y promover en la vida nacional las actividades y las iniciativas privadas de los individuos; dirigir convenientemente estas actividades al bien común” (…)
Summi Pontificatus, §45
Para evitar falsas nociones de bien común, el Papa continúa:
“el cual no puede quedar determinado por el capricho de nadie ni por la exclusiva prosperidad temporal de la sociedad civil, sino que debe ser definido de acuerdo con la perfección natural del hombre.»
Summi Pontificatus, ibid.
Contra el totalitarismo el Papa reafirma que “el hombre y la familia son, por su propia naturaleza, anteriores al Estado” (§48), y que la familia tiene peculiares derechos (ibid.), así como es derecho de los padres educar a sus propios hijos (§52).
Habiendo demostrado aquello que perjudica la vida interna de las naciones, Pío XII entonces muestra porqué el totalitarismo, siendo una especie de voluntarismo o egoísmo de largo alcance, inevitablemente conduce a la discordia internacional, rompiendo “con los vínculos mutuos en el orden jurídico y en el orden moral” que ligan a la especie humana en “una universal comunidad” (§54).
“Pero separar el derecho de gentes del derecho divino, para apoyarlo en la voluntad autónoma del Estado como fundamento exclusivo, equivale a (…) entregarlo a la apresurada y destemplada ambición del interés privado y del egoísmo colectivo, que solo buscan la afirmación de sus derechos propios y la negación de los derechos ajenos.”
Summi Pontificatus, §57
Después de este análisis de la situación en 1939 en el albor de la Segunda Guerra Mundial Pío XII, en un poderoso movimiento retórico, imagina un cese de las hostilidades ganado con dificultad y entonces se pregunta por este periodo de postguerra:
“¿es que acaso ese porvenir será en realidad diverso, y, lo que es más importante, llegará a ser mejor y más feliz (…), o constituirán más bien una luctuosa repetición de los errores antiguos y de los errores recientes?”
Summi Pontificatus, §59
“La salvación de los pueblos, venerables hermanos, no nace de los medios externos, no nace de la espada, que puede imponer condiciones de paz, pero no puede crear la paz. Las energías que han de renovar la faz de la tierra tienen que proceder del interior de las almas.”
Summi Pontificatus, §60
El “nuevo orden” que emergerá después de la guerra, si es para probar algo mejor que el orden de entreguerras, “deberá levantarse sobre el inconcuso y firme fundamento del derecho natural y de la revelación divina”. (ibid.)
Haciendo eco de la enseñanza de Pío XI antes que él, Pío XII insiste en que los problemas del mundo moderno no son debidos principalmente a factores económicos:
“(…) la raíz de estos males es más profunda, pues toca a la creencia religiosa y a los principios normativos del orden moral, corrompidos y destruidos por haberse separado progresivamente los pueblos de la moral verdadera, de la unidad de la fe y de la enseñanza cristiana que en otro tiempo procuró y logró con su infatigable y benéfica labor la Iglesia.”
Summi Pontificatus, §60
Anticipándose al acento del Vaticano II sobre el rol de los laicos, el Papa subraya que cada cristiano bautizado tiene la misión de predicar el Evangelio al mundo, “es una labor tan noble y eficaz” (§61; cf §61–§62). “Lo primero y lo esencial” del apóstol laico es la “propia santificación”, especialmente en estos tiempos que “(…) parece multiplicar las amenazas y provocar necesidades cada vez mayores, y mientras el cristianismo se ve atacado con virulencia cada día mayor por las fuerzas de la impiedad (§62). En este combate “(…) la familia tiene una parte muy principal en el fomento de esta colaboración de los seglares, (…) porque el gobierno equilibrado de la familia ejerce un influjo extraordinario en la formación espiritual de los hijos.” (§64)
En sus observaciones finales, Pío XII vuelve a un cargo que se levanta con frecuencia contra la Iglesia y es que ella interfiere con el progreso mundial y la autoridad civil. En realidad,
“(…) entre las leyes reguladoras de la vida cristiana y los postulados de una auténtica humanidad fraterna no existe oposición, sino consonancia recíproca y mutuo apoyo.»
Summi Pontificatus, §64
Él reza para que las presentes dificultades puedan abrir los ojos de muchos para ver a nuestro Señor Jesucristo y la misión de Su Iglesia en esta tierra en su verdadera luz, y que todos aquellos que están en el poder puedan decidir dejar a la Iglesia seguir libre curso al trabajo de formación de las nuevas generaciones de acuerdo con los principios de la justicia y de la paz.
Aquí el Papa está estableciendo un mínimo deber negativo de los Estados hacia la Iglesia, permitiéndole libertad de acción y educación (§65). La Iglesia de ninguna manera usurpa los derechos de la autoridad civil, por el contrario, ella predica la sumisión a las reglas terrenales en cuanto estas se esfuercen por ejercer su oficio con justicia. (§71). La Iglesia se mueve en diferentes esperas y tiene diferentes objetivos: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” (ibid.) Ella es “Ciudad de Dios, cuyo rey es la Verdad, cuya ley es la caridad y cuya medida es la eternidad” (citando a San Agustín, §77). ¡Ojalá los pastores de hoy despertaran al hecho que ellos tienen un indestructible derecho dado por Dios y un deber de ejercer la misión sobrenatural de la Iglesia por sobre y más allá de todo lo que el Estado diga o haga en contra!
La encíclica bellamente concluye con un llamado a los niños a rezar por la paz:
“Así practicaréis el precepto del divino Maestro, el testamento sagrado de su corazón, “Para que todos sean uno.»
Summi Pontificatus, §82, Juan 17,21
Summi Pontificatus es un permanente registro de la sólida enseñanza católica sobre la unidad de la familia humana, del deber de los hombres y de las naciones unos a otros y del rol de la única verdadera religión para lograr estos bienes que los secularistas dicen querer, pero que nunca pueden obtener por sus propios métodos.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por lifesitenews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo sobre Pío XII y la fraternidad humana en su sitio original en inglés: https://www.lifesitenews.com/blogs/this-great-20th-century-pope-spelled-out-what-world-peace-really-means
En nuestra página tenemos este interesante artículo sobre la falsa fraternidad humana
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