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Indulgencias de Francisco

Nuestro compañero Miguel, nos habla de las seis indulgencias de Francisco concedidas tras decretar el año de San José

Indulgencias de Francisco. Un artículo de Miguel Toledano

Este artículo desarrolla el de la semana anterior, relativo a la figura de san José tal cual el papa Francisco la contempla a los ciento cincuenta años de su proclamación como patrón de la Iglesia universal.

La Iglesia es administradora de la redención y, por consiguiente, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos.

Tras decretar el año que comienza como Año de San José, la Penitenciaría Apostólica ha publicado nada menos que seis indulgencias plenarias relativas al gran patriarca nazareno, más una serie de cuatro condiciones particulares con igual provecho para ancianos, enfermos, agonizantes y confinados por la epidemia Covid-19.

Con ello dispone la Santa Sede, de acuerdo con la autoridad y generosidad del papa Francisco, el reparto prudente de la santa e íntegra piedad de la que hablaba el Concilio de Trento, pero en concreto para las circunstancias actuales de la Iglesia y del orbe.

La primera de ellas consiste en la meditación durante un mínimo de media hora sobre el Padre Nuestro, o bien la participación en un retiro espiritual de al menos un día e incluyendo una meditación sobre San José.

Esta indulgencia tiene como fundamento el modelo del jefe de la Sagrada Familia como padre fiel a la oración y, de acuerdo con la voluntad del papa reinante, la disposición del santo a la escucha y a corresponder con “profundo discernimiento” a la voluntad de Dios.

Ya Pío IX, a través del decreto “Quemadmodum Deus” de la Sagrada Congregación de Ritos de 1870, había calificado a san José de “siervo bueno y fidelísimo”, elevando su fiesta a rito doble de primera clase, por tanto el máximo grado de solemnidad litúrgica de acuerdo con aquella bondad y fidelidad en modo superlativo, aunque sin octava por motivo de caer en cuaresma.

Esa misma bondad y fidelidad josefinas las traduce Francisco con los términos de “disposición a la escucha” y correspondencia “con profundo discernimiento” a la voluntad de Dios.

La segunda indulgencia se puede obtener a través de la realización de una obra de misericordia espiritual o corporal.

En este caso, el papa se ha inspirado en el carácter de san José como hombre justo, depositario del misterio de Dios y por consiguiente patrono ideal del fuero interno, que nos anima a redescubrir el valor del silencio, de la prudencia y de la lealtad en el cumplimiento de nuestros deberes de estado.

Es muy interesante el apoyo magisterial que la Penitenciaría francisquista aduce en relación con el fuero interno, cual es el de la figura de la baronesa santa Emilia de Vialar, fundadora de las Hermanas de San José de la Aparición, a la que Pío XI dedicó un largo discurso en 1935, con ocasión de la proclamación de las virtudes heroicas de aquella sierva de Dios. En dicho texto, ahora recordado por el Santo Padre, la santa occitana aparecía como honda seguidora del carisma josefino consistente en guardar, en su fuero interno, el principal “secreto” que le fue depositado, la salvaguarda del Divino Infante, deposito hecho por la misma Trinidad Divina. No cabe mayor honor ni mayor responsabilidad del fuero interno, conservado con humilde discreción en la pequeña carpintería de Galilea.

Por otra parte, la virtud de la justicia la describe el pontificado actual como plena adhesión a la ley divina, que es ley de misericordia puesto que, para Francisco, ésta lleva a término la verdadera justicia.

A continuación, la Iglesia nos propone, para la remisión integra de nuestra pena temporal o de la de aquellos difuntos a quienes apliquemos la indulgencia a manera de sufragio, que recitemos el Santo Rosario en familia – o en pareja, por parte de los novios que van a casarse.

Ello nos estimula, de acuerdo con la voluntad del Santo Padre, a recrear el mismo clima de comunión, amor y oración existente en la Sagrada Familia, que custodiaba san José como su principal vocación.

También podemos ganar la indulgencia confiando nuestra actividad diaria a la protección de San José, invocando su intercesión para que quienes buscan trabajo puedan encontrar un empleo digno.

En este caso, el papa Francisco sigue las huellas del venerable Pío XII, que en 1955 instituyó el 1 de mayo como fiesta de san José obrero, para que la figura del patriarca de Nazareth iluminase la vida social y las leyes laborales, fundadas sobre una distribución equitativa de derechos y deberes.

Dice Pío XII que ningún obrero ha estado más perfecta y profundamente penetrado del espíritu del Evangelio como el padre putativo de Jesús. Por lo que no sólo eleva al máximo la dignidad del trabajo físico, sino que ademas es custodio de los trabajadores y de sus familias.

Como quinta opción, tenemos la posibilidad de rezar las letanías de San José u otras oraciones al santo en pro de la Iglesia perseguida “ad intra et ad extra” o de los cristianos que padecen todo tipo de persecución.

Llama la atención aquí la defensa de los cristianos perseguidos y, a mayor abundamiento, la persecución de la propia Iglesia, sobre todo en su propio seno (“ad intra”). Suenan los ecos inmediatos de los famosos lobos de Benedicto XVI y los mediatos de la infiltración modernista denunciada por san Pio X.

Francisco ve en dicha persecución actual un profundo paralelismo con la fuga de la Sagrada Familia a Egipto, por orden de san José siguiendo los consejos del ángel divino, para escapar de las ansias homicidas de Herodes I.

Finalmente, podemos rezar cualesquiera otras oraciones o ejercitar actos de piedad autorizados en honor de San José, en especial los días 19 de marzo, 1 de mayo, fiesta de la Sagrada Familia, el día 19 de cada mes o cualquier miércoles (siguiendo en este caso la tradición de dedicar este día de la semana al cabeza de la Sagrada Familia).

Entre todas las posibles, el documento bergogliano sugiere recitar la oración “Ad te, beate Joseph”, de León XIII, que entre otros extremos implora de nuestro padre amantísimo que “nos preserve de toda peste de error o corrupción”.

Al conceder esta sexta y última indulgencia, de carácter amplio, sigue el papa Francisco no sólo los pasos de León XIII, sino también los de santa Teresa de Jesús, que situaba al esposo legal de María Santísima por encima de todos los santos por su capacidad de patrocinio, no ya sobre necesidades especificas respectivas a la intercesión de cada uno, sino sobre toda posible necesidad.

También cita el documento pontificio a Juan Pablo II, que en su exhortación apostólica “Redemptoris Custos” de 1989 animaba, con su encendido espíritu del Concilio Vaticano II, a confiar a san José las necesidades de todos, esposos, padres, trabajadores y personas llamadas a la vida contemplativa y al apostolado.

Las seis indulgencias referidas se conceden con los requisitos habituales de confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del papa.

Adicionalmente, anima el Santo Padre a que las indulgencias sean extendidas a ancianos, enfermos, agonizantes y confinados por la epidemia Covid-19. Para lograr la eficacia de la indulgencia plenaria en estas cuatro categorías de personas, basta la intención de llevar a cabo los tres mencionados requisitos tan pronto como les sea posible, junto con el ánimo de alejarse de todo pecado y la realización de una ofrenda de piedad en honor de san José, dedicando con confianza a Dios misericordioso los dolores y penurias que padezcan.

La extensión especifica de las indulgencias plenarias a estos cuatro grupos de personas especialmente necesitadas la basa Francisco en la cualidad de san José como consuelo de los enfermos y Patrón de la buena muerte.

Pero el papa no sólo realiza este ejercicio teórico y concesión soberana de indulgencias, sino que para permitir su práctica efectiva anima a “todos los sacerdotes provistos de las oportunas facultades” a que se ofrezcan con ánimo disponible y generoso a la administración de los sacramentos de la Penitencia y de la Santa Comunión a los enfermos, en las actuales circunstancias de la pandemia.

Este último párrafo del decreto nos parece singularmente acertado. Y es de resaltar igualmente el apoyo que este documento del pontificado de Francisco realiza a partir del magisterio de tres papas Píos -Pío IX, Pío XI y Pío XII-, ut supra, algo a lo que no estábamos acostumbrados en la experiencia post-conciliar.

Miguel Toledano Lanza

Domingo cuarto de Adviento, 2020

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.