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George Mackay Brown: un escritor litúrgico

«Al fin fue la literatura la que rompió mis últimas defensas. Hay muchas maneras de ingresar en un rebaño; la belleza de las palabras fue la que me franqueó la puerta». George Mackay Brown. For the Islands I Sing: An Autobiography.

El poeta y novelista escocés George Mackay Brown nació en 1921 y falleció en 1996. Vivió y murió en la misma ciudad: Stromness, la segunda más grande del archipiélago Orkney, ubicado en el norte de Escocia. Excepto por algunos años de estudios, la mayor parte de la vida de Brown transcurrió en Stromness, un pueblo habitado especialmente por labradores y pescadores. Los dos oficios, tan antiguos como los vestigios humanos con más de cinco mil años encontrados en las Orkney, han marcado toda la obra literaria de George Mackay Brown. Y también su conversión.

El escritor fue recibido en la Iglesia Católica en 1961 tras muchos años de brega e indecisión, según lo cuenta él en su autobiografía. No había muchos católicos entonces en Stromness – Brown menciona a un irlandés, no muy ejemplar que digamos –, de manera que su decisión fue algo rara para los vecinos que le conocían. ¿Por qué se hizo católico George Mackay Brown? He ahí la pregunta que han escuchado casi todos los escritores católicos del siglo pasado, y para la cual pocos – tal vez ninguno – haya logrado darles una respuesta satisfactoria a los curiosos lectores no católicos.

En este artículo no me ocuparé del por qué, sino más bien del cómo; es decir, del camino seguido por George Mackay Brown en su conversión. Las puertas se le fueron abiertas por la literatura. A medida que se acercaba más a ella, como lector y escritor, se acercaba también a la Iglesia. Se puede decir que el desarrollo del oficio literario – único para el que se veía dotado – le permitió una participación, una comunión, con la vida cuyo sentido mismo le parecía escapar. Y aquí, además de los escritores – maestros en el oficio que Brown ha seguido –, los pescadores y labradores han tenido un papel importantísimo. Su segundo libro de poemas, publicado en 1959, tiene el título de Loaves and Fishes (Panes y Peces).

Por una de esas paradojas que parecen agradarle a Dios, el pueblo de Stromness – alejado de la Iglesia desde la reforma protestante – también fue en parte responsable por hacer con que nuestro autor ingresara en el Rebaño de Nuestro Señor. Al ponerse a estudiar la historia de las Islas Orkney conoció la figura de San Magnus (en la Orkneyinga saga), asesinado en el lunes de Octava de Pascua del año 1117.

Conforme se cuenta en el poema épico de Orkney, San Magnus y un primo suyo, Haakon, disputaban el señorío de Orkney. Haakon propuso que ambos se encontraran desarmados, para discutir la cuestión amigablemente. Magnus se mostró de acuerdo, viajó a la ciudad de Kirkwall (vecina de Stromness), fue a misa por Pascua y, al día siguiente, lo capturaron los soldados de su primo. La “sentencia” era obvia: la muerte. Pero como estaban en Octava de Pascua y la fama de bondad de Magnus era conocida, el poeta de la saga de Orkney cuenta que ningún hombre de Haakon se atrevía a ejecutar la sentencia. Al fin uno se atrevió – porque era pobre y la ganancia económica prometida considerable – a hacerlo, pero pidiéndole perdón a Magnus. Pocos años después Magnus fue venerado como santo y mártir por el pueblo. Sus restos mortales los trasladaron a la Catedral de Kirkwall, que lleva su nombre hasta el día de hoy.

Al conocer esa historia – mucho más hermosa en los versos épicos, por supuesto –, George Mackay Brown cayó en la cuenta de que Magnus y toda la gente de su época eran católicos. La celebración a que Magnus había asistido un día antes de su muerte no era otra que la Santa Misa. Y el modo de vida de aquellas gentes, un modo de vida de que alguna manera permanecía en los labradores y pescadores coetáneos suyos, era un modo de vida que acompañaba a la liturgia católica.

En los pescadores y labradores, rudos y milenarios, había como una belleza. No belleza física por supuesto, ni mucho menos en algunos de sus hábitos no relacionados al trabajo. Pero los oficios, el cultivo de la tierra como la exploración de la pesca en el mar, revelaban un ritmo cuya continuidad tenía belleza y sentido. En los pescadores y labradores, en la repetición litúrgica de sus tareas, George Mackay Brown vislumbró los “diamantes inmortales” de que habló el Padre Gerard Manley Hopkins en un poema. Y Brown se puso a cantar en versos lo que veía, a darle una forma poética al ritmo que era como la clave de un misterio.

La belleza que cantaba era, lo sabía él, verdadera, real. «De todas las épocas y aires de la literatura, los poemas y la prosa pululaban para aumentar la belleza y el misterio en los que me había asombrado, al parecer casualmente, hace tanto tiempo. Si ‘la belleza es verdad, y la verdad belleza’, aquí estaban la belleza y la verdad sin precio»1. Otros maestros en su mismo oficio – el de escritor – habían percibido y contado antes que él la belleza que le atraía. Y habían, además, tomado el rumbo que Brown tardaba en tomar. Al fin, lo contó él, la literatura fue la responsable por romperle las últimas defensas. No los razonamientos abstractos, sino que la secuencia de imágenes celosamente narradas, le permitieron entrar por la puerta a la que miraba sintiéndose indigno. «A medida que leía, el misterio y la belleza aumentaban»2.

Como si no bastaran la historia de Magnus, los poetas y prosadores que tanto admiraba para empujarle, George Mackay Brown fue definitivamente atrapado por las parábolas de Nuestro Señor. Dejemos que él mismo nos lo cuente:

La belleza de las parábolas de Cristo era irresistible. ¿Cómo podrían dejar de serlo, cuando tantas de ellas se refieren al arado, la siembra y la cosecha, y sus oyentes eran en su mayoría pescadores? Yo vivo en un grupo de islas que se han cultivado durante muchos siglos. A mi alrededor, en verano, los maizales susurrantes se vuelven dorados. ‘A menos que una semilla caiga en tierra y muera…’. Esas palabras fueron un deleite y una revelación, cuando las entendí por primera vez. Y en los muelles y amarres de cada pueblo e isla están los barcos de pesca, y los aventureros diarios hacia el peligroso oeste, los pescadores de lengua salada que miran al horizonte (‘El reino es como una red…’; ‘Os haré pescadores de hombres…’). Los elementos de la tierra y del mar, que pensábamos tan aburridos y ordinarios, tenían una generosidad y un misterio que no son de este mundo. Entonces miré con otros ojos a aquellos proveedores de nuestro pan y pescado; y cuando finalmente llegué a trabajar como escritor, fueron esas ocupaciones heroicas y primigenias las que proporcionaron las imágenes más ricas, el simbolismo más emocionante3.

El mismo Cristo, Dios encarnado, se refería al Reino de los Cielos mediante imágenes que George Mackay Brown conocía; imágenes que le habían entrado por los ojos pero cuyo sentido último le escapaba. Las parábolas de Nuestro Señor, al fin, le relevaron lo que él tanto buscaba. Como no era lo suyo referirlo en conceptos, decidió contar – y cantar – la vida corriente en verso y prosa. Una cosa tan ordinaria, como el oficio del labrador capaz de cultivar el trigo que es convertido en pan y las uvas que son convertidas en vino, puede recordarnos quiénes somos y para qué hemos sido creados.

«Que el trabajo del labrador se convirtiera, en la Misa, en Corpus Christi, fue para mí una maravilla más allá de las palabras. Y todavía lo es»4. El encantamiento de George Mackay Brown no cesó. Perfeccionó su oficio de escritor porque quería contar mejor, con palabras cada vez más justas y verdaderas, el misterio que no cesó de contemplar. Los poemas, cuentos, novelas y obras teatrales de George Mackay Brown son un esfuerzo amoroso para darnos a conocer el ritmo litúrgico de la vida.

Gilmar Siqueira

1 George Mackay Brown. For the Islands I Sing: An Autobiography. London: John Murray Press, 2014.

2 George Mackay Brown. For the Islands I Sing: An Autobiography. London: John Murray Press, 2014.

3 George Mackay Brown. For the Islands I Sing: An Autobiography. London: John Murray Press, 2014.

4 George Mackay Brown. For the Islands I Sing: An Autobiography. London: John Murray Press, 2014.

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Author: Gilmar Siqueira
Feo, católico y sentimental