En Marchando Religión y gracias a nuestro compañero, Miguel Toledano, tenemos la mejor síntesis de lo que ha sido la entrevista a Benedicto XVI, en la cual, entre otras cosas, el Papa emérito se lanza a dar su opinión sobre Biden
Entrevista a Benedicto XVI. Un artículo de Miguel Toledano
En medio de la Cuaresma, concretamente el domingo anterior, el papa emérito ha concedido una entrevista al diario liberal “Il Corriere della Sera”, desde su retiro en el monasterio de clausura Mater Ecclesiae. Llamemos a la clausura, pues, semi-clausura, toda vez que la aparición del papa retirado no se produce por motivos de enfermedad.
El texto en idioma italiano se halla disponible en este enlace. Nos centraremos en lo principal, ya que el periodista adereza las palabras entrecomilladas del anciano pontífice con abundantes descripciones del entorno que constituyen obiter dicta y, por consiguiente, podemos evitar aquí.
Es de destacar que este reducido encuentro con la prensa se produce exactamente a los ochos anos de hacerse efectiva su renuncia. Esta cuestión, de hecho, ocupa el primer plano del coloquio. Benedicto XVI vuelve a insistir en que, para él, la decisión de haber dejado paso en vida a su sucesor fue correcta.
Califica de “un poco fanáticos” a los “amigos” que le expresaron su descontento y desmiente como “teorías conspiratorias” tres de los argumentos traídos a colación para explicar una supuesta presión sobre él a la hora de abandonar la cátedra de san Pedro: ni el escándalo de Vatileaks, ni el lobby homosexual, ni el obispo integrista Williamson justificaron su marcha.
Hemos de deducir, por tanto, que fueron sus propias condiciones personales, fundamentalmente físicas, las que le aconsejaron ceder el timón de la Iglesia, tal y como él lo expresó en el consistorio de febrero de 2013 cuando él mismo anunció la sorprendente noticia. Al menos ésa es la verdad formal, por utilizar un término jurídico. Constituye una mayor explicación que la expulsión de la Compañía de Jesús a cargo de Carlos III, cuyo motivo el rey se guardo en su augusto pecho.
A continuación de este primer aspecto, por la entrevista sabemos que a Joseph Ratzinger ya se le han administrado las dos dosis de vacuna contra la enfermedad Covid-19, al igual que a su secretario Monseñor Gänswein y a una gran parte de los habitantes de la Ciudad del Vaticano. Se da la circunstancia de que el cardenal Bassetti, presidente de la conferencia episcopal italiana, ha sido recientemente dado de alta por la pandemia después de ser tratado en la UCI. El papa reinante Francisco, con su humor característico, le dijo que se había salvado “porque no había sitio para él en el infierno”.
Con estas peripecias vaticanas relativas al problema vírico que nos asola se ponen de manifiesto dos extremos: El primero, el ejemplo que las personalidades de la Iglesia dan por lo que se refiere a la conveniencia de recibir la vacuna cuanto antes. El segundo, la gravedad de la enfermedad, que en este caso por poco se lleva por delante, entre tantos famosos como hemos conocido, a un miembro del Sacro Colegio, en este caso de setenta y ocho años de edad.
Por otra parte, ha provocado una cierta perplejidad la opinión expresada por Benedicto XVI en torno a las recientes elecciones federales en los Estados Unidos de América. En concreto, se refiere al recién inaugurado presidente Biden como “católico observante” y “personalmente contrario al aborto”.
Entendemos que la observancia se ceñirá principalmente a la asistencia a Misa dominical, aireada en abundancia por los medios de comunicación o, por decirlo con mayor propiedad, de manipulación. ¿Cómo va a ser católico observante el jefe de un gobierno abortista y promotor de la sodomía?
Si personalmente está contra el aborto o no nos interesa de forma muy relativa. A no ser que el papa emérito se adscriba a la ideología liberal, en virtud de la cual el fiel observante se guarda dentro de la conciencia sus propias ideas personales. Éstas podrán ser muy respetables, pero el mandatario lo que debe hacer es inspirarse en la ley divina y la ley natural para desplegar su acción de gobierno. Me temo que estamos ante una nueva demostración, la enésima, de que la teología del reinado social de Nuestro Señor no cotiza en las jerarquías romanas.
Por otra parte, la pretendida firmeza ratzingeriana frente a los “principios no negociables” brilla por su ausencia. No vemos en esto una actitud claramente distinta del progresismo que se imputa a menudo a Francisco, para defender, por oposición, como ortodoxos los dos pontificados anteriores a él.
Sí expresa contradicción frente a la “línea del Partido Demócrata”, que seguiría su jefe aunque “personalmente” no esté de acuerdo. Nos parece una tesis de una ingenuidad que no cabe presumir en el raciocinio privilegiado del profesor. Al contrario, resulta una afirmación calculada, de compromiso, siguiendo la Realpolitik de todas las secretarías de Estado desde el Concilio.
También afirma Ratzinger que aún “no conocemos bien la posición del presidente norteamericano sobre la política de género”. Nueva dosis de confusión que sentará mal en la sociedad cristiana de aquella nación, incidiendo en la división entre liberales e izquierdistas al estilo del mítico Kennedy frente a aquéllos que, adhiriéndose a la doctrina del cardenal Müller, prefieren a un buen protestante como Trump antes que a un mal católico.
Poco más podemos decir de esta intervención por parte de quien durante apenas ocho años rigió los destinos de la esposa de Cristo y legó a los católicos del siglo veintiuno la posibilidad de seguir celebrando la Misa tridentina a través de aquel motu proprio de 2007. Nonagenario y teóricamente lúcido, el pontífice alemán mantiene su misteriosa jubilación en medio de una discreta vida de oración que contrasta con los vaivenes y viajes de los papas contemporáneos.
Miguel Toledano Lanza
Martes de la segunda semana de Cuaresma, 2021
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