El Magníficat

El Magníficat: una reflexión de Adviento sobre el Cántico de María.

El Magníficat es el himno de Adviento más antiguo y además, es el más apasionado, salvaje y, se podría decir, el más revolucionario himno de Adviento nunca cantado.

El Magníficat: una reflexión de Adviento sobre el Cántico de María, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews

El Magníficat, el himno de alabanza a Dios de la Virgen María por la salvación que se va a llevar a cabo a través del Redentor en su vientre es uno de salmos más gloriosos de la Sagrada Escritura. San Francisco de Sales va más lejos al decir: “La Santísima Virgen María…entonó este bello y maravilloso cántico, el Magníficat, un cántico que sobrepasa todo aquello que había sido cantado por otras mujeres…o por otros de los cuales hace mención la Escritura.” En palabras de exaltada belleza y fervor que resume la historia de nuestra salvación, la promesa de la redención de Israel desde la cautividad.

“Mi alma engrandece al Señor,

Y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador,

Porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso,

Cuyo nombre es santo.

Su misericordia se derrama de generación en generación

Sobre los que le temen.

Desplegó el poder de su brazo y dispersó a los que se engríen

Con los pensamientos de su corazón.

Derribó a los potentados de sus tronos

Y ensalzó a los humildes.

A los hambrientos los llenó de bienes,

Y a los ricos los despidió vacíos.

Acogió a Israel, su siervo,

Acordándose de su misericordia.

Según lo que había prometido a nuestros padres,

A Abraham y a su descendencia para siempre.”

Lucas 1, 46-55

Un escritor espiritual moderno escribe:

“El Magníficat es el himno de Adviento más antiguo. Es el mismo tiempo el más apasionado, salvaje y, se podría decir, revolucionario himno de Adviento nunca antes cantado. No es la gentil, tierna y soñadora María a la que a veces se ve en las pinturas. Es la apasionada, entregada, orgullosa, entusiasta María la que aquí habla. Este canto no tiene el dulce, nostálgico o incluso festivo tono de algunos de nuestros villancicos de la Navidad. En vez de eso es un duro, fuerte e inexorable canto acerca del colapso de tronos y de humillados señores de este mundo; es acerca del poder de Dios y de la impotencia de la humanidad. Están los tonos de las mujeres profetas del Antiguo Testamento, que ahora cobran vida en la boca de María.»

Dietrich Bonhoeffer, The Mystery of Holy Night [New York, Crossroad, 1996, p. 6])

En su Magníficat, Nuestra Señora, la “mujer de atento silencio” (Juan Pablo II), habla más extensamente que en ningún otro lugar registrado por los Evangelistas. Es un Evangelio en miniatura, un testimonio de Cristo no por alguien que llegó a conocer a Jesús mucho después durante Su ministerio público o en la predicación de Sus Apóstoles, sino por Su propia madre, que lo conocía de una manera más íntima que cualquier otra persona. Ella nos enseña del Verbo que viene al mundo a través suyo, por su fe como una hija de Israel, su esperanza como futura madre, su amor como doncella del Señor. En la maternidad de María, Dios revela la última condescendencia de Su amor hacia Israel. Ya no aparece más como el distante Soberano imponiendo leyes sobre Sus súbditos. Ahora Él es un niño que está creciendo silenciosamente dentro de Su madre, llenándola con la gracia de Su completa presencia real.

El canto de María nos enseña como imitar su maternidad, recibiendo a Cristo en el seno de nuestras almas y llevándolo en nuestros corazones. Cuando miramos de cerca lo que San Lucas registra acerca del encuentro de María con su prima Isabel, podemos ver cuán íntimamente ligado está el Magníficat al saludo del ángel, y de esta manera, al Rosario, en especial a los Misterios Gozosos. Al saludo anterior de Gabriel, “Salve, llena de gracia, el Señor es contigo”, Nuestra Señora ha dado la respuesta: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Su palabra.” Este simple fiat contuvo en él el ofrecimiento de su ser completo, y como signo de la aceptación del hombre de la Santa Voluntad de Dios determinó la forma de toda la historia humana. Ella es bendecida por su fe: “Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor” (Lucas 1, 45). Creer en este divino mensaje fue creer en el milagro más grande que cualquier otro actual o posible milagro: la encarnación de Dios, Dios convirtiéndose en un hombre, habitando entre nosotros, visitando a Su pueblo.

Pero incluso María, llena de la gracia de Dios, en un primer momento no pudo desentrañar todo lo que su fiat significaba al decirlo. El Magníficat es el fruto madurado de su meditación sobre el misterio de la Anunciación porque, de hecho, ella fue la primera que meditó sobre este misterio. Cuando rezamos el Rosario, no estamos meramente recitando un set de oraciones santificadas por tradición, sino que estamos haciendo lo mismo que la Madre de Dios durante el primer Adviento.

«María, cogida y apoderada por el Espíritu, habla de Dios que lleva al mundo, del adviento de Jesucristo. Porque era sabe mejor que nadie lo que significa esperar a Cristo. Ella lo espera de una manera distinta a cualquier otra persona. Ella espera por Él como su madre. Ella sabe sobre el misterio de su venida, sobre el Espíritu que está en juego aquí, sobre Dios todopoderoso que obra sus maravillas. Ella experimenta en su propio cuerpo que los caminos de Dios con nosotros son maravillosos…que su camino está más allá del entendimiento, más allá de toda prueba, libre y de voluntad propia.»

(Bonhoeffer, The Mystery of Holy Night, 7)

La maternidad, como la paternidad, el sacerdocio o la virginidad consagrada, no es una categoría mental, mucho menos un constructo social. Es una realidad vivida, en la cual Dios opera sobre nosotros y somos verdaderamente transformados, como la arcilla es formada por la mano del alfarero. El fiat de Nuestra Señora fue la aceptación del inescrutable plan de Dios, la toma de su propia cruz en silencio y con admiración, quizás con algo de confusión, pero con una fe ilimitada. María no tiene el problema, tan familiar de los tiempos modernos, de separar su fe de su vida. Todo lo que ella creía lo puso en práctica y todo lo que hizo estaba arraigado en la fe. Esto es lo que hace de ella la más grande santa de todos, la Reina de los Ángeles y de los Santos.

Al comienzo de cualquier vocación o misión, se debe aceptar la voluntad de Dios una cierta “ceguera” y actuar de acuerdo con ella lo mejor que se pueda. La comprensión solo viene después, como un don del Espíritu. Es solo después que uno ha comenzado a vivir una vocación, después que uno ha comenzado a satisfacer las demandas hechas por el Verbo de Dios, que uno puede recoger el fruto de la alegría y aprehender más plenamente lo que se está desarrollando en la vida. Se debe hacer la voluntad de Dios para comprenderla. Este es el mensaje de todos los santos, que nos señalan, a una voz, que nunca entenderemos los propósitos de Dios hasta que arrojemos con valentía a realizar la obra que Él nos ha encomendado.

Lo mismo fue para la Virgen María. Ella sabía, ¡imaginemos cómo debieron de haber sido sus sentimientos!, que se le había pedido ser la madre del Santo de Israel y había consentido. ¿Qué podía significar esto? ¿Qué implicaría? En el momento de la visita de Grabriel, María supo al menos esto y fue suficiente: que el Todopoderoso le estaba pidiendo todo. Le estaba pidiendo que su ser en su totalidad se pusiera al servicio de la promesa que Él estaba a punto de cumplir, después de muchos siglos de sufrimiento y de espera. El Magníficat es el repentino florecimiento de su comprensión acerca del destino de su Hijo. Incluso María no puede ver el significado completo de este destino hasta que estuvo parada a los pies de la Cruz, manteniendo su dolorosa estación hasta el último momento, esperando la resurrección de su Hijo desde el oscuro valle de la muerte. Tal como la Escritura dice de María y José en el momento que ellos pierden a Jesús, que había permanecido en el Templo: “Ellos no entendieron lo que les decía” (Lucas 2, 50). En todo, lo que era entendido y lo que era oscuro y difícil, “su madre guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lucas 2, 51).

Como su consentimiento en la Anunciación, el himno de la Virgen está arraigado en la fe, en la aceptación de una misión de insondable profundidad. Aunque ella muestra que comprendió la importancia del evento, a saber, la venida del Mesías y la salvación de Israel, de hecho, no podía haber sido más claro para ella cómo esta salvación iba a llevarse a cabo. La única comprensión adicional que muestra es al mismo tiempo la más importante: su alma se ha acercado aún más a Dios quien, sin cesar de habitar en y más allá de toda creación, ahora habita en su vientre, su voluntad se aferra firmemente a la de Su santa voluntad. Ella entiende ahora que todo su ser se ha convertido en el canal para la obra de Dios en el mundo, que Él la ha conducido al corazón de Su poder, misericordia y santidad. Por esta razón ella puede verdaderamente alegrarse en Dios, en quien ella confía con certeza, a quien se ha entregado como una dulce oblación para la salvación del mundo.

Las palabras pronunciadas en el curso de la visita a Isabel expresan verdaderamente lo que la Virgen de Nazareth está experimentando en su corazón después de la Anunciación. La adoración de Dios plena de alegría y la plena alegría con la adoración de Dios. Tal es el estado de su bendita alma, tales son los profundos sentimientos que su corazón nutre. Se manifiestan sobre todo en las palabras del Magnificat. En el Magníficat brota esa gratitud plena de humildad que es signo infalible de un encuentro con el Dios vivo. María responde al don de la alto no solo con sus palabras, sino también con el todo el misterioso silencio del Adviento que se realiza en ella. (Juan Pablo II)

Peter Kwasniewski

Nota Bene: El profesor Kwasniewski nos ha compartido este enlace de youtube de una interesante conferencia suya sobre la Liturgia subtitulada en español. Pueden verla aquí:

*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad

Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/my-soul-proclaims-the-greatness-of-the-lord-an-advent-reflection-on-the-can/

Te invitamos a leer este artículo en el inicio del Adviento


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Profesor Peter Kwasniewski: (Chicago, 1971) Teólogo y filósofo católico, compositor de música sacra, escritor, bloguero, editor y conferencista. Escribe regularmente para New LiturgicalMovement, OnePeterFive, LifeSiteNews, yRorateCaeli. Desde el año 2018 dejó el Wyoming CatholicCollegeen Lander, Wyoming, donde hacía clases y ocupaba un cargo directivo para seguir su carrera como autor freelance, orador, compositor y editor, y dedicar su vida a la defensa y articulación de la Tradición Católica en todas sus dimensiones. En su página personal podrán encontrar parte de su obra escrita y musical: https://www.peterkwasniewski.com/