Hace aproximadamente un mes, el gran vaticanista Sandro Magister publicó en primicia el memorando que circula entre los cardenales de cara al próximo cónclave.
El autor es un misterioso personaje, autoapodado “Demos”, posiblemente un cardenal. En todo caso, se trata de alguien cercano al movimiento tradicional dentro de la Iglesia, puesto que lo defiende; pero también a los carismáticos, igualmente invocados favorablemente en el texto.
Demos, el Cardenal misterioso. Un artículo de Miguel Toledano
La línea es muy crítica con el pontificado actual, al que califica de catastrófico. Más aún, afirma que esa visión negativa no es sólo la propia de Demos, sino que está generalizada absolutamente – con la única excepción del padre jesuita Antonio Spadaro, director de la revista “La Civiltà Cattolica”, que sería una especie de ultimo aliado del papa Francisco.
El lema “Roma locuta, causa finita”, tan expresivo de la autoridad romana sobre el depósito de la fe, se habría transformado ahora en “Roma loquitor, confusio augetur”, es decir, cuando Roma habla, la confusión aumenta.
Pero el silencio es tan malo como la verborrea confusionista. Bergoglio calla ante el progreso del inquietante sínodo de los obispos alemanes y ante las proclamaciones heréticas del cardenal Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, a favor de la homosexualidad y en contra del celibato eclesiástico.
Por otra parte, el culto a la Pachamama, la persecución de las monjas que tienen a Cristo en el centro de su contemplación y la desviación de las enseñanzas de Juan Pablo II reflejan una visión religiosa ajena al mensaje del Evangelio y más cercana al panteísmo hindú.
En la Academia para la Vida se está apoyando el suicidio asistido y otras Academias pontificias se encuentran trufadas de miembros partidarios del aborto voluntario.
El papa modifica las leyes sin ton ni son, supuestamente para controlar los escándalos financieros. Pero se respira en el Vaticano una atmósfera de caos, de escuchas telefónicas, de intimidación y desconfianza.
Además, la situación financiera de las cuentas de la Santa Sede ha alcanzado niveles de verdadera penuria. Lo cierto es que ya se arrastraba un déficit preocupante desde los tiempos de Karol Wojtyla, pero la corrupción y la ineficiencia de entonces ni mucho menos han disminuido.
La conducta de Francisco en este punto ha resultado errática y en el memorando se apunta directamente a la Secretaría de Estado del cardenal Parolin como fuente de los desaguisados.
Internacionalmente, el papado también se sitúa en horas bajas, con un descenso de la influencia doctrinal de los documentos pontificios y, una vez más, un silencio ominoso respecto al destino de los pueblos de China y Ucrania.
Muy relevante es que no sólo la curia expresa malestar respecto a su superior, sino que entre el sacerdocio joven tampoco es popular, siempre de acuerdo con el memorando, el vicario de Cristo.
Desde hace ocho años no ha sido convocado el colegio cardenalicio. Como en tantas ocasiones de la historia, esto hace que los príncipes de la Iglesia no se conozcan entre sí, añadiendo un significativo factor de imprevisibilidad al cónclave que tenga lugar tras la muerte del pontífice actualmente reinante.
El número de creyentes disminuye, al igual que también la asistencia a la Santa Misa. Existen órdenes religiosas que han desaparecido y otras que están en trance de hacerlo, con una decadencia escandalosa por parte de la Compañía de Jesús.
Por ello, el memorando apunta a un nuevo papa que sea capaz de volver a reforzar la unidad de la doctrina, la fidelidad al depósito de la fe, en definitiva, un papa de ésos que suelen caracterizarse como “conservadores”, naturalmente con término poco feliz y simplificador.
Dicha unidad no va en la línea de la Iglesia sinodal de este pontificado y, más profundamente, del Concilio Vaticano II. Muchos sacerdotes de las nuevas generaciones, que comparten el mismo sesgo unitario y “conservador”, verían con buenos ojos a un sucesor de san Pedro con un talante anti-reformista.
Ahora bien, en la América hispana existe una llamativa infiltración del protestantismo liberal, que compensa en fieles y sacerdotes la influencia de la derecha eclesial. El nuevo papa habra de combatir esa colonización cultural del modernisno, el mundialismo y el liberalismo estadounidense.
En definitiva, el sucesor de Francisco habrá de ser un papa más tradicional que reformador. Al menos, así lo pide este curioso documento. Es una importante declaración de intenciones de cara a los próximos meses. Sin duda, habrá causado una influencia relevante en los purpurados de todo el mundo.
Ya veremos cual será, a partir de ahora, la reacción; que sin duda la habrá.
Miguel Toledano
Domingo in Albis, 2022
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