¿Quiénes son los bienaventurados? Los misericordiosos, los pacíficos…, ¿Estamos en ese grupo?
MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO. Rev. D. Vicente Ramón Escandell
Bienaventurados
1. Relato evangélico (Mt 5, 1-12)
Y viendo Jesús a las turbas subió a un monte, y después de haberse sentado, se llegaron sus discípulos. Y abriendo su boca, los enseñaba, diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos».
«Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra».
«Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados».
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos».
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia».
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios».
«Bienaventurados los pacíficos, porque se llamarán hijos de Dios».
«Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos».
«Bienaventurados sois cuando os maldijeren y os persiguieren y dijeren todo mal contra vosotros, mintiendo por mi causa. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón muy grande es en los cielos, pues así también persiguieron a los profetas, que fueron antes que vosotros».
2. Comentario al Evangelio
Las Bienaventuranzas son el pórtico, el exordio, del Sermón de la Montaña, que es presentado por san Mateo como la gran lección magisterial de Jesús. En ellas, expone los rasgos fundamentales que deben sobresalir en su discípulo y que desembocan en la bienaventuranza eterna, destino ultimo del hombre, y lugar de encuentro de este con su Creador y Redentor. En ellas, Jesús invierte la idea que, tanto paganos como judíos, tenían de la existencia del hombre, fundada en un concepto terreno de la felicidad, y la sitúa en un plano sobrenatural: a cada bienaventuranza va aneja una promesa que consiste en el reino de los cielos, que es el reino mesiánico, que no es otra cosa que la visión, cara a cara de Dios.
Sin embargo, las bienaventuranzas son más que un código moral o ético destinado al goce de Dios en la eternidad. Las Bienaventuranzas remiten, en última instancia, al mismo Jesús, quien, con todo derecho, puede llamarse bienaventurado, no sólo porque contempla en la tierra constantemente la gloria del Padre, sino también, porque en su vida, en sus palabras y acciones se cumplen perfectamente todas y cada una de ellas. En Jesús encontramos el modelo del pobre, del triste, del manso, del justo, del misericordioso, del puro, del pacifico y del perseguido, que, a pesar de las dificultades de cada día, recibe su recompensa en este mundo y reina glorioso en la eternidad.
3. Reflexión
Por esta constitución que ha de valer para siempre, por autoridad apostólica definimos que (las almas de los bienaventurados) vieron y ven la divina esencia con visión intuitiva y facial, sin mediación de criatura alguna que (…) gozan de la misma divina esencia, y que, por tal visión y fruición, las almas de los que salieron de este mundo son verdaderamente bienaventuradas y tienen vida y descanso eterno, y también aquellas que después saldrán de este mundo.1
En 1336 el papa Benedicto XII promulgaba la constitución Benedictus Deus, en la que fijaba la doctrina católica acerca de la visión beatifica y los novísimos. El Papa se había visto obligado a fijar dicha doctrina tras la polémica suscitada por su antecesor, Juan XXII quien, en un sermón ante la Curia, había negado que los bienaventurados tuviesen una visión inmediata, tras su ascenso al Cielo, de Dios. Esta opinión, que contradecía la revelación cristiana, fue sometida a examen, a petición del mismo pontífice, quien, reconociendo su error, mandó se redactase un documento magisterial que estableciese de forma clara e inequívoca la doctrina ortodoxa sobre este punto, y que promulgaría su sucesor.
En qué consistía, concretamente, la visión beatifica a la que aludían Juan XXII y Benedicto XII. Esta consiste en la contemplación de Dios cara a cara, no ya por medio de las criaturas o de los signos y símbolos de la Liturgia y los sacramentos, que es como nosotros lo contemplamos aquí en la tierra. Se trata de esa visión clara e inmediata del alma a la que alude el Apóstol: Ahora vemos como en un espejo, borrosamente; entonces veremos cara a cara2.
A esta visión beatifica, a esta contemplación perfecta, eterna y feliz de Dios, por parte del alma, es a lo que la Iglesia llama cielo. Y en él moran aquellos que, con todo derecho, llamamos bienaventurados, que son aquellas almas que, muertas en gracia de Dios, lo alcanzan de modo inmediato, porque nada tienen que purgar. Ellos son, en este día, el objeto de la fiesta que celebramos; ellos son los mártires, confesores, vírgenes, esposos… que, junto con los Apóstoles y los santos y beatos reconocidos y celebrados por la Iglesia, saliendo de este mundo vencedores del pecado, viven ya, con una felicidad plena y perfecta, en presencia de Dios. A ellos se unen, de modo constante, todos aquellos hermanos nuestros que, muertos en plena amistad con Dios, y que nada tiene que purificar en el Purgatorio, parten para contemplar de modo inmediato la esencia divina.
Y esta visión beatifica, este cielo místico, no rompe las ligaduras de los bienaventurados con quienes aquí seguimos peregrinando. Al contrario, los bienaventurados ven en la esencia divina todo lo que les interesa de las cosas pasadas, presentes y futuras; se les concede la gracia, del modo que sólo Dios sabe, de conocer todo lo que se relaciona, de algún modo, con sus seres queridos. De ahí que, nuestros padres, madres, abuelos, hermanos…, que gozan de esa bienaventuranza, posean un conocimiento de todo cuanto nos acontece, e intercedan por nosotros ante Dios con su pensamiento, amor y oraciones.
4. Testimonio de la Tradición
SAN GREGORIO MAGNO (540-604)
¿Qué importa que los hombres nos deshonren si nuestra conciencia sola nos defiende? Sin embargo, así como no debemos instigar intencionadamente las lenguas de los que maldicen para que no perezcan, así debemos sufrir con ánimo tranquilo las que son instigadas por su propia malicia, para que nuestro mérito crezca. Por ello se dice aquí: «Gozaos y alegraos porque vuestro galardón es muy grande en el Reino de los Cielos».
homiliae in Hiezechihelem prophetam, 9
5. Oración
Te pedimos Señor, que al celebrar esta fiesta en honor de los bienaventurados y justos que te contemplan perfecta y felizmente en la gloria, nos veamos asistidos por su intercesión; y que, auxiliados por tu gracia, podamos vivir y morir de tal manera, que podamos gozar con ellos de la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
1 DzH 1000
2 1 Cor 13, 12
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